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Cómo construyó Lionel Scaloni una Selección Argentina que juega cada vez mejor e ilusiona en grande

El equipo viene de exhibir como nunca antes y de punta a punta el ADN que construyó tras Rusia 2018. Las claves de un proceso a largo plazo.

La noche del 10/10 en el estadio Monumental quedará grabada por un largo tiempo. Fue la noche en la que la Selección volvió a relucir una identidad definida, la que representa a una gran parte de la masa futbolera celeste y blanca.

El categórico 3-0 de la Argentina ante Uruguay no estuvo a la altura de la paliza futbolística que el equipo de Lionel Scaloni le dio al del Maestro Tabárez sobre el paño de la cancha de River. Y esa producción, desde la mitad del primer tiempo en adelante, fue sin dudas la mejor en cuanto a volumen de juego que se vio hasta ahora en el ciclo del entrenador de 43 años. El conjunto nacional pudo exhibir como nunca antes en esta etapa pos Rusia 2018 su ADN de punta a punta, un resultado al que se llegó a través de un proceso a largo plazo.

Claro que habrá cosas que pulir, siempre habrá. Pero el DT puede decir que completó todos los casilleros y, a un año y cuarenta días para el comienzo del Mundial de Qatar, solo tiene que seguir por este camino, el correcto.

¿Cómo llegó la Selección a volver a enamorar desde su juego? Quemando etapas. Una a una. Paso a paso. Escalón por escalón. No se salteó ninguno. Solo así logró que el equipo sea un bloque, que se estira, se dobla, pero no se rompe. Que los zagueros centrales achiquen hasta el círculo central. Que los laterales sean wines. Que ya no se discuta que el cinco posicional sea Leandro Paredes. Que el nueve tenga varias situaciones a disposición por partido. Que Lionel Messi sea el constructor y no el único salvador.

Como nunca en la Selección, Messi se sabe parte y no individuo. Foto German Garcia Adrasti

Como nunca en la Selección, Messi se sabe parte y no individuo. Foto German Garcia Adrasti

No se le había presentado para nada sencilla la noche a los de Scaloni en el domingo de fin de semana extra largo. Uruguay se plantó con una línea de cinco y otra de cuatro decidido a no dejar espacios libres y a no dejar jugar a Messi y compañía. Y hasta tuvo tres chances claras de contraataque para lastimar y fue ahí cuando respondió Emiliano Martínez. Desde la paciencia y la movilidad, la Argentina edificó el triunfazo ante la selección charrúa.

Fue un 4-4-2 para defender, que se desordenaba con orden en ataque. Porque Nicolás González iba hasta el fondo de la calle izquierda como extremo, y detrás suyo se mandaba Nicolás Tagliafico. Porque Gio Lo Celso se adelantaba de enganche para dialogar con Messi. Porque Rodrigo De Paul se metía para adentro para dejarle la banda derecha al tranco largo de Nahuel Molina y ser la otra punta de ese triángulo del medio que funcionó a la perfección y fue un deleite para la vista de cualquier amante de este deporte popular.

No era un equipo del gran Pep Guardiola, pero se le pareció bastante. ¿Cómo hizo Scaloni, casi sin tiempo de trabajo entre un partido y otro, para lograr sacar a relucir este nivel?

La respuesta se dio unas líneas atrás.

Se trata del producto de un proceso que comenzó bien desde abajo con el casting inicial que marcó una renovación profunda. Siguió con la conformación de un grupo humano que quedó consolidado con la convivencia en las dos últimas Copas América de Brasil. Continuó con la construcción de la base de una formación que le saca el jugo al mejor del mundo sin ahogarlo. Y, ahora, se regocija puliendo ya los rasgos claros de la identidad que Scaloni y su cuerpo técnico le están devolviendo al equipo de todos, una identidad que se basa en reflotar el trabajo de José Pekerman y Hugo Tocalli.

Scaloni con Pekerman y Tocalli en el Mundial Sub 20 1997. El hoy DT tiene impregnado el sentir del aquella dupla. Foto Archivo Clarín

Scaloni con Pekerman y Tocalli en el Mundial Sub 20 1997. El hoy DT tiene impregnado el sentir del aquella dupla. Foto Archivo Clarín

Hay claves que permiten encontrar las causas de este funcionamiento que hoy está en su mejor momento. La elaboración de confianza, puertas adentro y en la cancha, es una. También lo es el saber aprovechar los momentos de cada futbolista para darle su oportunidad, como pasó con De Paul en 2019 o con Cristian Romero este año, por citar algunos casos.

Otra columna sobre la que se sostiene este cuerpo técnico para alcanzar el máximo rendimiento de todos es haberles dejado muy en claro, con palabras y hechos, que nadie tiene su lugar comprado, excepto Messi, claro. Jugadores que parecían intocables salieron para dejarles espacio a otros que también rindieron. Y así, la Selección deja al descubierto que, más allá de una columna vertebral que parece salir de memoria, no tiene una formación ideal porque algunos nombres pueden rotar sin alterar la esencia el producto.

Así, todos quieren estar, al margen del factor sentimental de vestir la camiseta nacional. Un dato: ante Uruguay había en total 10 futbolistas que arrastraban una amarilla. Era sin dudas una posibilidad para ver la segunda, limpiarse contra Perú y poder estar ante Brasil en noviembre. Pero no hubo un solo amonestado. Nadie quiere ceder un centímetro de terreno porque sabe que aquel que ingrese puede robarle el puesto. Competencia interna al servicio del equipo.

Los suplentes miran con atención, al igual que Scaloni. Un grupo en comunión. Foto German Garcia Adrasti

Los suplentes miran con atención, al igual que Scaloni. Un grupo en comunión. Foto German Garcia Adrasti

Falta sendero por recorrer todavía. La Selección debe jugar ante Perú de local este jueves y con un triunfo tendrá casi un pie y medio en la cita mundialista de 2022 con un equipo consolidado. Aquellas respuestas que se buscaban antes de la Copa América ganada ahora están claras gracias a una construcción con bases sólidas. El trabajo hacia adelante será sostener y seguir sumando ladrillos tratando de no dar más pasos hacia atrás.

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