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Con los colmillos reconstruyen la vida de un mamut lanudo

Su estudio revela un mapa de los lugares por los que pasó en vida y cómo murió.

Hace más de 17.000 años, un mamut lanudo conocido hoy como Kik vagó por toda Alaska durante sus 28 años de vida.

Cuando Kik era joven, pasaba la mayor parte del tiempo en el interior de Alaska, una zona menos montañosa.

Luego, cuando cumplió los 15 años, sus patrones de movimiento cambiaron, pasando mucho más tiempo al norte, donde hoy se encuentran el Refugio de Vida Silvestre del Ártico y la Reserva Nacional de Petróleo.

Un colmillo de mamut partido en la Instalación de Isótopos Estables de Alaska de la Universidad de Alaska. Foto J.R. Ancheta/Universidad de Alaska Fairbanks vía The New York Times.

Un colmillo de mamut partido en la Instalación de Isótopos Estables de Alaska de la Universidad de Alaska. Foto J.R. Ancheta/Universidad de Alaska Fairbanks vía The New York Times.

Algunos años, Kik emigró con las estaciones.

Otros años, se quedaba en la misma zona todo el año.

En los dos últimos años de su vida, sus movimientos se ralentizaron y quedó confinado en una zona más pequeña por encima del Círculo Polar Ártico.

A los 28 años de edad, Kik seguía siendo un mamut de mediana edad.

Este mapa de los lugares por los que vagó Kik durante su vida se ha reconstruido estudiando las firmas de los elementos encerrados en uno de sus colmillos curvos de 2,5 metros de largo, y proporciona información sobre estos mamíferos peludos y con aspecto de elefante.

“Se trata de entender mejor cómo se comportaban, qué entorno utilizaban“, afirma Matthew Wooller, director de la instalación de isótopos estables de la Universidad de Alaska, en Fairbanks, y autor principal de un artículo publicado el jueves por la revista Science que describe los hallazgos.

Una representación artística proporcionada por James Havens muestra un mamut lanudo macho adulto en un paso de montaña en la Alaska ártica hace más de 17.000 años. Foto James Havens/The Havens Studio vía The New York Times.

Una representación artística proporcionada por James Havens muestra un mamut lanudo macho adulto en un paso de montaña en la Alaska ártica hace más de 17.000 años. Foto James Havens/The Havens Studio vía The New York Times.

Los datos también podrían contribuir al debate sobre la desaparición del mamut lanudo tras el final de la última era glacial.

¿Los primeros humanos los cazaron hasta la extinción?

¿Fue un clima cambiante al que no pudieron adaptarse?

“Nuestro trabajo también contribuye a completar un poco el rompecabezas”, afirma Wooller.

“Cuando se intenta averiguar cuáles fueron las causas de una extinción, hay que saber un poco más sobre el comportamiento y la ecología de los organismos implicados”.

La mayoría de los mamuts desaparecieron hace unos 10.000 años -muy recientemente, en escalas de tiempo evolutivas y geológicas- y no todos los restos fósiles se han convertido en roca.

Esto permite extraer el ADN de los huesos y secuenciarlo, lo que ayuda a responder a preguntas generales como el grado de parentesco entre los mamuts de Alaska y los de Siberia.

Pero la información genética dice poco sobre cómo vivía un mamut. ¿Migraba con las estaciones?

¿Pasó su juventud en una región y su edad adulta en otra?

Estudiando las firmas isotópicas del colmillo de Kik, Wooller y sus colegas pudieron responder a esas preguntas.

“Si se tomaran todas esas líneas onduladas y se enderezaran, podría haber dado la vuelta a la Tierra casi dos veces”, dijo.

Los hallazgos impresionaron a Brooke Crowley, profesora de geología y antropología de la Universidad de Cincinnati que no participó en el estudio.

“Es bastante sorprendente todo lo que se puede aprender a partir de pequeños trozos de material de un animal ya extinto”, dijo en un correo electrónico.

“Me impresiona especialmente que los autores hayan podido seguir los movimientos de este mamut durante toda su vida”.

Para reconstruir el paradero de Kik, Wooller y sus colegas aprovecharon el hecho de que los colmillos crecen capa a capa, una estructura que se asemeja a los conos de helado apilados.

La punta del colmillo asomaba cuando Kik era un bebé.

Señalando la base del colmillo durante una videollamada, Wooller dijo:

“Esta superficie de aquí es básicamente el día en que murió”.

En medio había un registro de esencialmente cada día de su vida.

“Si se amplía con el microscopio”, dijo Wooller, “se pueden ver las bandas individuales diarias”.

Además, Alaska posee una rica diversidad de formaciones rocosas, cada una de ellas con distintas huellas mineralógicas, que se reflejan en las plantas que crecen allí.

Los investigadores se centraron en el estroncio, un elemento que se presenta en cuatro versiones estables, o isótopos.

Así, cada día Kik comía hierba, que contenía niveles de estroncio que reflejaban los de las rocas subyacentes, y esos mismos niveles de estroncio se incorporaban a la capa de ese día en la base del colmillo.

Se han aplicado técnicas de análisis similares a los dientes.

Pero era más complicado utilizarlas con un colmillo largo, poco manejable y curvado.

Llegar a las capas del colmillo con el microscopio requería una cuidadosa aplicación de fuerza bruta.

Entre los cientos de colmillos de mamut que se han encontrado, los de Kik, excavados en 2010 cerca de un río que le dio su apodo, eran muy adecuados para esta investigación.

Estaban en buen estado y ambos se recuperaron juntos.

“Es bastante raro encontrar un par de colmillos”, dijo Wooller.

Eso y la presencia de partes de su esqueleto dieron a los científicos la certeza de que Kik había muerto en el lugar donde fue encontrado, y que los restos no habían sido empujados allí por un glaciar o una inundación.

Los huesos les permitieron realizar un análisis genético que confirmó que era un mamut macho.

El hecho de que hubiera dos colmillos les hizo sentir menos remordimientos por haber cortado uno de ellos por la mitad.

“Es bastante pesado”, dijo Wooller.

“Y lo pensás mucho. Antes de comprometerte, también practicas”.

Cortaron lo que denominó un “colmillo sin datos”, es decir, uno en el que no hay información registrada sobre dónde y cuándo se encontró y que, por tanto, tiene poca utilidad científica.

En primer lugar, cortaron un pequeño canal a lo largo de un lado.

A continuación, marcaron puntos en la mitad del colmillo.

Con una gran sierra de cinta – “Es tan alta como una persona”, dijo Wooller- cortaron el colmillo en dos, guiando cuidadosamente la hoja entre el canal y las marcas del otro lado.

A continuación, cortaron el colmillo de Kik.

“Nos llevó casi todo el día hacerlo sólo para dividir la cosa”, dijo Wooller.

“Seis de nosotros y una sierra de cinta muy, muy grande”.

Y añadió: “Incluso por encima del ruido de la sierra de cinta, lo que nos ponía nerviosos eran los chasquidos y crujidos, a veces bastante fuertes”, dijo.

“Pensábamos: ‘Augh, vamos a destruir esta cosa. Se va a caer cuando lleguemos al final’. Pero no fue así. Aguantó muy, muy bien”.

Una vez cortado el colmillo por la mitad, los científicos utilizaron un láser para arrancar motas a lo largo de su longitud para analizar los isótopos.

A partir de ahí, un programa informático comparó los niveles de estroncio con un mapa de lo que se encuentra en las rocas de Alaska y calculó el camino más probable que recorrió Kik.

Los científicos también examinaron otros elementos como el oxígeno, el nitrógeno y el carbono, que proporcionaron información complementaria sobre la ecología.

En el momento en que Kik murió, el mundo estaba todavía en el apogeo de la última edad de hielo, pero los glaciares no fluían entonces sobre la mayor parte de Alaska.

En su lugar, el entorno parece haber sido de praderas secas y frescas, tal vez similares a las estepas de Mongolia en la actualidad.

“Proporcionaba este maravilloso entorno para que los mamíferos se movieran”, dijo Wooller.

Al igual que algunas especies modernas de elefantes, en las que los machos jóvenes son expulsados de las manadas lideradas por las hembras a la edad de 15 o 16 años, Kik podría haber tenido una vida más solitaria.

“Fue un hallazgo realmente maravilloso”, dijo Wooller.

“En muchos sentidos, era casi exactamente igual a algunos de los comportamientos que veríamos en los elefantes modernos”.

Un pico en los isótopos de nitrógeno era una firma distintiva que sugería inanición al final de su vida.

“Es genial pensar que hemos identificado no sólo sus patrones de movimiento, sino probablemente lo que causó su muerte”, dijo Wooller.

En cuanto a la razón por la que Kik murió de hambre, tal vez una sequía había marchitado el paisaje o tal vez había sido herido en una pelea, limitando su movilidad.

Aunque Kik recorrió gran parte de Alaska, parece que nunca fue hacia el oeste, a través del puente de tierra que entonces conectaba Alaska con Rusia.

Eso podría sugerir que la travesía intercontinental no fue un camino fácil.

“Algunos creen que era muy, muy húmedo, pantanoso y traicionero”, dijo Wooller.

Kate Britton, arqueóloga de la Universidad de Aberdeen (Escocia) que no participó en la investigación, dijo que los científicos debían tener cuidado de no extrapolar los movimientos de Kik al comportamiento de los mamuts lanudos como especie.

Señaló que su investigación con técnicas similares demostró que los miembros de la misma especie de caribúes actuales se comportaban de forma diferente -algunos migraban largas distancias con el cambio de estación, otros permanecían en regiones más confinadas- según el lugar en el que vivieran, y la información sobre el día a día de los animales no se encontraba en sus genes.

“Necesitamos este tipo de estudios que nos dan este acceso a esta información directa”, dijo Britton.

“Podemos inferir la ecología del comportamiento de las especies extinguidas”.

En futuras investigaciones, a Wooller le gustaría ver y examinar más colmillos de mamut.

¿Cambiaron los patrones de movimiento a lo largo de los milenios a medida que cambiaba el clima?

¿Las hembras de mamut y sus rebaños frecuentaban diferentes partes de Alaska?

Dice que lo que les ocurrió a los mamuts lanudos cuando el mundo se calentó al final de la última era también podría servir para entender a los animales que viven en Alaska en la actualidad.

“Vemos que los osos polares y los caribúes están cambiando su biología y su comportamiento en respuesta al calentamiento”, dijo Wooller.

“Hay paralelismos que también podemos establecer”.

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