El país de centroamericano alberga una de las zonas azules del mundo, debido a la excepcional longevidad de sus habitantes. Un médico costarricense explicó a Infobae las razones de este fenómeno basado en políticas de salud solidarias. A cuánto asciende hoy la esperanza de vida allí
Trasladarse caminando en vez de hacerlo arriba de un auto. Comer más plantas que carne. Entender a la familia como la razón de nuestro ser. Disfrutar de los hábitos saludables y no padecerlos. Y sobre todo, tranquilizarse de forma sencilla ante un problema complejo. Estas máximas, mencionadas por Dan Buettener, autor de libro Las Zonas Azueles, son algunas de las llaves que no solo sirven para tener una vida longeva, sino para alcanzar una mejor calidad de nuestra existencia.
Estos conceptos fueron dichos por Buettener en una de sus visitas a Costa Rica en 2017, en el Encuentro Mundial de Zonas Azules, llevado a cabo en este país donde la esperanza de vida hoy se acerca a los 81 años. La llamada “Suiza de Centroamérica”, posee una de las Zonas Azules -el término lo creó la revista National Geogrphic- que hay en todo el mundo, es decir: un lugar que tiene excepcionalmente población longeva. Ese sitio del planeta se llama Península de Nicoya y queda ubicado en la provincia costarricense de Guanacaste. Según datos de 2017 al menos 900 personas eran mayores de 90 años.
Esta zona de Costa Rica es un pequeño apéndice que sobresale y se interna en el Pacífico. En los mapas aparenta ser una desviación del país centroamericano, como un agregado hecho con desprolijidad. Es una zona pobre que hace un tiempo tiempo estuvo aislada del resto de su país. No había grandes rutas ni autopistas que las comunicaran. Los ancianos se benefician allí con la presencia del mar, del clima agradable y de las frutas tropicales que comen con fruición.
Pero la calidad de vida y longevidad es una cuestión que se extiende por fuera de este lugar paradisíaco. “La calidad de vida en Costa Rica es alta, el sistema de salud está al alcance de la mayoría de la población. Además estos datos me hablan de cómo la prevención y los cambios de comportamiento han generado resultados positivos y sostenibles”, dice a infobae el Dr. Luis Aguilar Allen, Director del Costa Rica Association of Lifestyle Medicine (CALM). “Costa Rica tiene un promedio alto de vida para la región y también a nivel global. Estos resultados no son fortuitos. Estos resultados generan la necesidad de abrir una discusión de si realmente es la cantidad de inversión en salud o la calidad de inversión en salud. Una inversión paliativa o una inversión preventiva”, reflexiona Aguilar Allen.
Ahora bien, ¿cuáles son en líneas generales las bases que tiene que tener una sociedad moderna para llegar a esta longevidad? “Las bases deben surgir de dos conceptos básicos, la solidaridad y la empatía. A partir de esto creo que otros valores esenciales se vuelven naturales al comportamiento humano”, dice este médico especialista en Zonas Azules.
“En las Zonas Azules notamos que el concepto de familia, comunidad, de relaciones sociales positivas y en general de redes de apoyo, son fundamentales para el bienestar y longevidad de los centenarios. Entonces las sociedades modernas deben comprender que somos seres sociales y que dependemos del bienestar de los otros para nuestro bienestar”, indica Aguilar Allen.
A nivel individual, este asunto funciona de forma similar: al aplicar los conceptos de empatía y solidaridad, la gente empieza a comprender que el auto cuidado, la actividad física, la adecuada alimentación y otros estilos de vida saludables, son realmente beneficiosos. “Sabemos a través de la evidencia científica que la adecuada nutrición, la actividad física, el adecuado descanso, las conexiones sociales positivas, la eliminación de sustancias toxicas, y la espiritualidad han sido pieza fundamental en la longevidad de los centenarios en las zonas azules alrededor del mundo. Es hora ya que los gobiernos, las instituciones, la empresa privada y los individuos conozcan estos datos y demos un giro en nuestras políticas de salud para el beneficio común”, dice Aguilar Allen.
Costa Rica ha tomado medidas de salud pública para mejorar la salud de la población como integral: fundamental para la prestación de atención médica. Incluso en países con una sólida atención sanitaria universal, la salud pública suele ser un complemento, la gran mayoría del gasto se destina a tratar las dolencias de las personas. En Costa Rica, sin embargo, la salud pública ha sido una prioridad durante décadas.
“Las medidas en salud publica son esenciales para modificar los comportamientos de la población para alcanzar estilos de vida saludables. La prevención en salud, la capacitación del personal salud, la accesibilidad de los servicios, la regulación de sustancias tóxicas o nocivas, las intervenciones para incentivar estilos de vida saludables. No solo la salud pública debe intervenir, para tener resultados sostenibles el sector de economía, producción, agricultura, judicial y muchos otros sectores deben tomar medidas”, dice el médico costarricense.
Y agrega: “A partir de estas intervenciones los índices de calidad de vida y las edades promedio pueden ir modificándose progresivamente, mas que buscando longevidad, encontrando calidad de vida de forma horizontal en toda la población”.
50 años de medidas en salud publica
Una de las calves de Costa Rica es que comenzó con estas políticas a principios de los años setenta, cuando el país adoptó un plan nacional de salud que amplió la cobertura de atención de salud que brinda su sistema de seguridad social, y un programa de salud rural, que trajo el tipo de servicios médicos que las ciudades tenían.
En 1973, la administración de la seguridad social se encargó de mejorar el sistema hospitalario, incluso en Alajuela y otras regiones rurales. En este período inicial, el país gastó más de su PIB en la salud de su gente que otros países con niveles de ingresos similares y más que algunos países más ricos. Pero lo que distingue a Costa Rica no fue simplemente la cantidad que gastó en atención médica. Así fue como se gastó el dinero: apuntó a los tipos de muerte y a las discapacidades más fáciles de prevenir.
“Costa Rica desde los años 40 posee políticas de salud solidarias. En los años 70 esto se reforzó aun mas con las políticas de prevención y con un estudio mas detallado de sus puntos débiles. Esto confirma, que la prevención basada en la evidencia es efectiva y sostenible, puesto que actualmente hay evidencia del impacto positivo que han tenido estas reformas en la salud de la población”, cuenta Aguilar Allen.
En la década de los setenta, Costa Rica identificó la mortalidad maternoinfantil como su principal fuente de años de vida perdidos. Las unidades de salud pública dirigieron a las embarazadas a la atención prenatal y al parto en los hospitales, donde los funcionarios se aseguraron de que el personal estuviera preparado para prevenir y manejar los peligros más frecuentes, como hemorragia materna, insuficiencia respiratoria neonatal y sepsis.
Los programas de nutrición ayudaron a reducir la escasez de alimentos y los nacimientos con bajo peso; las campañas de saneamiento y vacunación redujeron las enfermedades infecciosas, desde el cólera hasta la difteria; y una red de clínicas de atención primaria ofreció un mejor tratamiento a los niños que se enfermaron.
Las clínicas también proporcionaron un mejor acceso a la anticoncepción. En 1990, el tamaño medio de la familia se había reducido a poco más de tres hijos. La estrategia demostró resultados rápidos y dramáticos. En 1970, el siete por ciento de los niños murieron antes de cumplir un año. En 1980, solo el dos por ciento lo hizo. En el transcurso de la década, las muertes maternas se redujeron en un ochenta por ciento. La esperanza de vida total de la nación se convirtió en la más larga de América Latina y siguió creciendo. Para 1985, la esperanza de vida de Costa Rica era igual a la de Estados Unidos.
El país tuvo el mejor desempeño entre un puñado de países que parecían desafiar la regla de que la salud requiere riqueza. Para Aguilar, una vez más, se trata de la prevención en diferentes campos de la salud publica como una herramienta eficaz, además, claro, de la accesibilidad de los servicios de salud y el análisis de la evidencia para el diseño de programas estratégicos. “La riqueza de un país no garantiza que este país invierta dicha riqueza en salud”, dice el médico.
Desde hace varios años hasta esta parte se convirtió casi en una moda tener un sistema de seguridad social basado en un programa de salud universal. Para 2006, casi toda la población se había inscrito en esta cobertura que sirve para pagar las hospitalizaciones y la atención especializada. “La solidaridad en el sistema de salud de Costa Rica se basa en que toda la población del país tiene el mismo acceso y la misa calidad de servicios de salud. Sin importar su condición socioeconómica o cualquier otro diferenciador social… todos tenemos acceso”, dice Aguilar.
“Este acceso es posible y sostenible cuando la población contribuye de forma solidaria y en una relación equitativa a su poder adquisitivo, -recalca el médico-. El sistema está lejos de ser perfecto, pero aun con sus defectos es un modelo a seguir a nivel global. Este modelo genera la posibilidad de llevar servicios de salud estandarizados hasta los lugares mas aislados y pobres del país, llevando estrategias de prevención como una prioridad fundamental del plan de salud nacional”.
Los resultados están a la vista: las muertes por enfermedades transmisibles se han reducido en un noventa y cuatro por ciento, y también se han logrado avances decisivos contra las enfermedades no transmisibles.
La mayor ganancia en estos días se encuentra en los años intermedios de la vida. “Para las personas de entre quince y sesenta años, la tasa de mortalidad en Costa Rica es del 8,7 por ciento, frente al 11,2 por ciento en los Estados Unidos, una diferencia del treinta por ciento. Pero a las personas mayores también les va mejor: en Costa Rica, el promedio de 60 años sobrevive otros 24,2 años, en comparación con 23,6 años en los EE. UU”, refiere una nota reciente de The New Yorker.
En un estudio de 2016, el economista de Harvard Raj Chetty y su equipo de investigación encontraron que la diferencia en la esperanza de vida entre las personas de cuarenta años, en el uno por ciento superior de la distribución del ingreso estadounidense y en el uno por ciento inferior, es de quince años para los hombres y diez años para las mujeres.
El trabajo de Chetty detalla las diferencias geográficas en la mortalidad de las personas de niveles socioeconómicos más bajos se debieron principalmente a un aumento de las enfermedades más que a un aumento de las lesiones. Así que los comportamientos más saludables, reflejados en las tasas locales de obesidad, tabaquismo y ejercicio, marcaron una gran diferencia para las personas de bajos ingresos, al igual que la calidad de la atención hospitalaria local.
Chetty también descubrió que las personas de bajos ingresos tendían a vivir más tiempo y tener comportamientos más saludables en ciudades con poblaciones altamente educadas y altos ingresos. El nivel local de desigualdad, o las tasas en las que las personas estaban desempleadas o sin seguro, no pareció importar mucho. Lo que pareció ayudar fue un mayor nivel de gastos del gobierno local.
El modelo de Costa Rica sugiere que dirigir esos gastos sabiamente, de manera atenta a las mayores oportunidades de impacto, puede ser transformador cuando se trata de los menos conectados y los menos favorecidos.
En un ingenioso estudio, un grupo de economistas de Stanford comparó familias que incluyen a un médico o una enfermera con aquellas que no. El estudio se centró en Suecia, donde, durante muchos años, las facultades de medicina utilizaron un sorteo para seleccionar entre solicitantes igualmente calificados, lo que proporcionó a los investigadores un conjunto de familias que de otro modo coincidían. El estudio encontró que las personas con un familiar capacitado médicamente tenían un diez por ciento más de probabilidades de vivir más allá de los ochenta años.
Los familiares más jóvenes tenían más probabilidades de ser vacunados, tenían menos probabilidades de tener adicción a las drogas o al alcohol y tenían menos ingresos hospitalarios. Los familiares mayores tenían una tasa más baja de enfermedades crónicas como las cardiopatías.
Un equipo de atención primaria a quien las personas conocen personalmente y al que pueden acudir a lo largo de sus vidas. De eso se trata la conclusión tal vez. Otros países, incluidos Sri Lanka y Colombia, se han dado cuenta y han comenzado a adoptar elementos clave del modelo de Costa Rica. “La distribución equitativa de los recursos, y su inversión estratégica basada en la evidencia es fundamental para la obtención de resultados positivos en salud. Las políticas de salud deben estar guiadas por la precisión de la ciencia y el principio del bien común. Es claro que la inversión en salud en programas con caracteriticas estructurales de accesibilidad y solidaridad traen beneficios sociales y económicos; beneficios que llamamos bienestar común”, finaliza Aguilar.
Gabriel Lapman, médico especialista en cardiología y medicina de estilo de vida, integrante del Sanatorio Modelo de Caseros, sostiene cuando se habla de longevidad, lo importante no son los años de vida sino la calidad con la que se vive. “La Península de Nicoya, es una blue zone y la calidad de vida es buena. La sociedad moderna lo que tiene es mucha medicina, pero los últimos 10 años vive con mala calidad de vida, con discapacidad. Vivimos más años, porque la medicina te lo permite, pero con menor calidad de vida”, reflexiona a Infobae
Las principales enfermedades que producen la muerte en el ser humano, explica Lapman “son las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el cáncer… Apuntar ahí es apuntar a la prevención y eso es muy bueno. Costa rica lo hizo muy bien”
Para el médico argentino, el modelo de Costas Rica es muy interesante y lleva delante lo que se conoce como medicina de estilo de vida. “Esta medicina se basa en seis pilares claves que son: el descanso reparador, la alimentación integral basada en plantas, la reducción del estrés, la realización de ejercicio, la conectividad social y sentido de vida, y la eliminación de hábitos tóxicos. Esos seis parámetros han demostrado a largo plazo, aumentar la expectativa de vida con una gran calidad de vida.
Son varios los estados que empezaron a hacer impuestos a las comidas lácteas y grasas como así también hicieron una disminución de impuestos a las frutas y verduras. “Costa Rica es uno de ellos, agrega Lapman- El consumo de frutas y verduras, los granos enteros, las legumbres son la clave para poder disminuir las enfermedades crónicas no transmisibles”.
¿Qué sucede en Argentina con la calidad y esperanza de vida? “Argentina está peor, incluso peor que Estados Unidos. Las últimas encuestas de factores de riegos dieron muy mal en obesidad, diabetes y sedentarismo. Argentina no invierte en prevención pública, no se orienta hacia el médico generalista”, finaliza el médico.