Las empresas estadounidenses y chinas dependen de sus semiconductores, los más avanzados del mundo. El gobierno local ha creado nuevas leyes anti espionaje para que no se filtren sus secretos comerciales, pero los expertos no creen que ése sea el camino
La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sorprendió al mundo al afirmar que este país intervendría militarmente en caso de que Beinjing “intentara tomar Taiwán por la fuerza”, durante una rueda de prensa celebrada en Tokio.
“Sí. Nos hemos comprometido a ello”, respondió el mandatario estadounidense ante la pregunta de si Estados Unidos intervendría militarmente en una potencial invasión china de la isla, que Beijing considera como una parte “inalienable” de su territorio. No es la primera vez que hace una declaración similar, ni la primera que sus asesores se echan atrás.
Por eso, Taiwán tiene suerte de tener su huguo shenshan, o la “montaña mágica que protege a la nación”, según analiza un artículo de The Economist. ¿Qué esta fortificación? Su industria de semiconductores valuada en USD 147 mil millones, equivalente al 15% del PBI, y que representa casi el 40% de sus exportaciones. El gran pilar de la economía de la isla también es garante de su seguridad.
Es que Taiwán es un importante fabricante de chips y sede de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), el mayor fabricante de chips por contrato del mundo y la empresa que cotiza en bolsa más valiosa de Asia. Y estos chips son los más avanzados del globo, lo que, como explica The Economist, convierte a la isla en una parte indispensable de la cadena de suministro global para industrias cruciales como la tecnología de consumo, los automóviles y la aviación: “Las empresas estadounidenses (y sus fuerzas armadas) dependen de los semiconductores de Taiwán, al igual que las empresas y el hardware militar de China”.
TSMC controla el 90% del mercado de los tipos de chips más avanzados: aquellos con componentes de menos de diez nanómetros (ver gráfico), o unas 10.000 veces más delgados que una hoja de papel. Se elaboran en fábricas gigantescas y extremadamente limpias que pueden tener siete pisos y la longitud de cuatro campos de fútbol americano.
Estos chips se encuentran en el corazón de los dispositivos informáticos más potentes, desde iPhones hasta supercomputadoras. “Solo otras dos empresas, Intel y Samsung, pueden fabricar semiconductores que se acerquen a este nivel de sofisticación, pero su tecnología no es tan buena como la de TSMC, ni están innovando tan rápido”, según el artículo.
La forma en que funciona el proceso de fabricación complejo -que implica la manipulación de partículas subatómicas para crear una forma superprecisa de luz de grabado ultravioleta- involucra muchos niveles de secretos comerciales que los rivales están desesperados por adquirir.
Tales victorias de una empresa con sede en Taiwán, una isla que China reclama como propia, se suman a las señales de una creciente brecha tecnológica que podría poner en riesgo los avances en computación, dispositivos de consumo y hardware militar, tanto por las ambiciones de China como por las amenazas naturales en Taiwán, como terremotos y sequías.
Los semiconductores plantean un problema grande y creciente para China. “El gobierno se ha fijado el objetivo de producir el 70% de sus propios chips para 2025. Estableció un Fondo Nacional de Semiconductores de 139.000 millones de yuanes (23.000 millones de dólares) en 2014, que completó con otros 30.000 millones de dólares en 2019. Los gobiernos locales han invertido al menos USD 25 mil millones más en sus propios fondos. En 2020, cuando China produjo el 16% de los chips que usaba, anunció diez años de exención de impuestos corporativos para los fabricantes de chips más avanzados. Ese año, Estados Unidos restringió las exportaciones de equipos de fabricación de chips al principal fabricante de semiconductores de China”, dice The Economist.
Estos incentivos provocaron, entonces, una gran expansión de la fabricación de chips en China y han atraído a muchos ingenieros y ejecutivos de Taiwán. Dicho éxodo alarmó a los funcionarios taiwaneses.
Por eso, el 20 de mayo, la legislatura aprobó enmiendas a sus leyes de seguridad nacional y las que rigen las relaciones con China. Estos cambios tipifican como delito el espionaje económico y requieren permiso del gobierno para que los empleados de empresas que trabajan en “tecnología central nacional” y reciban algún tipo de apoyo gubernamental para ir a China. Las enmiendas amenazan con hasta 12 años de prisión para cualquiera que entregue “secretos comerciales de tecnología central nacional” a una potencia extranjera, pero no definen qué constituye tecnología central o secretos comerciales, revela The Economist.
“El gobierno piensa que está tratando de hacer algo, pero no sabe cómo funcionan los negocios”, dijo al medio británico Nicholas Chen, un abogado de propiedad intelectual en Taipei. Aunque las empresas chinas han estado cazando furtivamente a los ejecutivos e ingenieros taiwaneses, los fabricantes de chips chinos más avanzados siguen estando años por detrás de los mejores de Taiwán. ¿Por qué? Porque TSMC logró mantener su liderazgo al reforzar la protección interna de secretos comerciales, no al erigir barreras a China.
Además, como explica Lucy Chen de Isaiah Research. Los taiwaneses que trabajan para empresas chinas se han dado cuenta de que éstas los abandonan después de un promedio de cinco años, cuando se ha extraído todo su conocimiento. Entonces no pueden encontrar trabajo en Taiwán, donde son vistos como “traidores”. Además, las extremas medidas contra el COVID-19 de China y la presión de los gobiernos estadounidense y taiwanés están persuadiendo a muchos para que vuelvan a su hogar.
Por eso, como asegura Chen en diálogo con The Economist, el gobierno no debería basarse en leyes imprecisas. “En cambio, debería ayudar a otras empresas de semiconductores a mejorar sus propias políticas para proteger los secretos comerciales, cuya implementación puede resultar costosa”.