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Descubren un efecto del Covid que afecta a largo plazo a mucha más gente de lo que se pensaba

Un nuevo estudio, del que participaron científicos argentinos, mostró que al menos el 20% de los pacientes tiene deterioro cognitivo. Y que puede seguir por hasta siete meses.

¿Para qué había venido a la cocina?”. La enésima vez que ocurre es lógico asumir estrés, agotamiento o vejez adelantada. Por suerte, un paper reciente liderado por Fleni -en colaboración con instituciones de los cinco continentes- le da otro sustento científico al despiste cotidiano. Dicen que el deterioro cognitivo post Covid ​es muchísimo más frecuente de lo que pensábamos: afecta a entre el 58% y el 65% de quienes tuvieron coronavirus moderado a grave, y al menos al 20% de los casos leves.

Lo deprimente son los tiempos. Los autores del trabajo aclaran que los cuadros persistieron entre uno y seis meses tras la infección. Uno de los estudios que analizan habla de al menos siete meses.

Un hisopado para detección de Covid en Mendoza. Foto: Mariana Villa / Los AndesUn hisopado para detección de Covid en Mendoza. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Las cifras son abrumadoras. Suponiendo que los 8,8 millones de recuperados de Covid en Argentina ​hubieran pasado la infección en forma leve, ese 20% de cuadros con deterioro cognitivo estaría representado por cerca de 1,8 millones de personas.

Pero como muchos de los sobrevivientes tuvieron una infección moderada a grave, el alcance del déficit cognitivo sería muchísimo mayor.

Solidez

El paper (que detallaremos enseguida) se destaca por dos razones. En primer lugar, el hallazgo, que una vez más confirma que la manta del Covid tardío (o long Covid) está, en tamaño, a la altura de la propia experiencia pandémica.

El deterioro cognitivo reportado abarca tanto la fase aguda (es decir, la infección) como la fase posterior. Y, como se dijo, corre para cuadros graves, moderados, leves e incluso asintomáticos.

En segundo lugar se destaca el método. Los autores no analizaron ellos mismos un grupo de pacientes sino que hicieron lo que se conoce como “revisión de la literatura”, un repaso por las publicaciones sobre el tema, a fin de sacar nuevas conclusiones. Husmearon 6.202 artículos, de los cuales se quedaron con 27.

De ahí se extrajo la evaluación neurológica de 2.103 pacientes y 506 personas que funcionaron como “grupo control”, o sea, que no habían contraído Covid. La edad media de los pacientes fue 56 años. En el grupo control, 50 años.

Un plus

Pero mientras las publicaciones que revisan papers de terceros suelen quedarse ahí, en la “revisión”, en este trabajo le dieron una vuelta de tuerca más: sumaron, a partir de pautas metodológicas protocolizadas, un meta análisis.

Es decir, en lugar de quedarse en el mero repaso de las publicaciones, pusieron en marcha una investigación científica basada en el cúmulo enorme de datos provenientes de la “literatura” seleccionada.

Terapia intensiva con pacientes de Covid en un hospital de Lomas de Zamora. /APTerapia intensiva con pacientes de Covid en un hospital de Lomas de Zamora. /AP

¿Por qué es importante esto? La solidez metodológica quizás ayude a contrarrestar cierta tendencia a la subestimación de los problemas relacionados con la mente y la cognición. Desde la fatiga que conduce a la dispersión o la lentitud en las funciones ejecutivas hasta los problemas de memoria, son afecciones más difíciles de visibilizar que, por ejemplo, una neumonía.

Impronta de la OMS

El trabajo, publicado en febrero en la revista Alzheimer’s & Dementia-The journal of the Alzheimer’s Association con el título “Changes in cognitive functioning after Covid-19: A systematic review and meta-analysis” (Cambios en el funcionamiento cognitivo después del Covid-19: una revisión sistemática y meta-análisis), nació de un intercambio con el equipo dedicado a trastornos neurológicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), grupo encabezado por el investigador argentino Ricardo Allegri, que hizo las veces de “puente” con Fleni, institución donde lidera el área de Neurología Cognitiva.

Lucía Crivelli, miembro de su equipo y jefa del departamento de Neuropsicología de Fleni, es la autora principal del paper y quien habló con Clarín.

La investigadora detalló la pregunta de la que partieron: “Los adultos sanos que tuvieron Covid-19, ¿tienen déficits cognitivos, en comparación con aquellos que no lo tuvieron?“.

Tras el exhaustivo análisis que hicieron, “la respuesta a esa pregunta fue ‘sí’”, dijo Crivelli. Entonces, vino el segundo interrogante: “De las distintas funciones cognitivas, ¿cuáles resultaron alteradas en los pacientes post Covid?”.

El deterioro cognitivo puede presentarse hasta siete meses después del coronavirus. Foto: ShutterstockEl deterioro cognitivo puede presentarse hasta siete meses después del coronavirus. Foto: Shutterstock

La lista de esas funciones dimensiona la importancia de este tema: atención, memoria, funciones ejecutivas, orientación y lenguaje. “Y también se podrían ver alteradas las funciones visoespaciales”, sumó la investigadora con naturalidad, como si la expresión fuera de uso común.

En algún lugar, lo es. Las funciones visoespaciales aluden, también, a lo más elemental de la organización cotidiana: es nada menos que la posibilidad de ubicar objetos en el espacio.

En distintos grados según el paciente, los investigadores del Covid observaron muchos de estos “déficits”.

Los casos

Lamentablemente, los autores destacaron en el trabajo la escasa evidencia disponible para establecer un correlato claro entre severidad del Covid y grado de déficit cognitivo.

Mientras en los cuadros moderados a graves la prevalencia de ese deterioro post Covid superó la mitad de los casos (entre 54% y 65%, pero en la fase aguda fue de 61% a 80%), las diferencias en los resultados de los trabajos analizados hacen difícil desprender que los asintomáticos y leves de Covid transiten una repercusión neurológica en proporción directa a la severidad con la que habían pasado la virosis.

Un punto importante es que, si bien la edad media de los pacientes fue 56 años, buena parte de los analizados estaban en sus treintas, lo que echa por la borda que el deterioro cognitivo se deba a la edad. Y, desde ya, ninguno de los pacientes tenía historial neurológico alguno.

Lentitud

En los “leves”, como se dijo, uno de los trabajos (de autores ecuatorianos) reportó una incidencia del deterioro cognitivo en el 20% de los casos y hasta pasado el medio año luego de la enfermedad. En el grupo control, esa incidencia había sido del 2%.

Lo más evidente en los pacientes fue un “cambio en la velocidad del procesamiento de la información”, resumió la experta.

Es lo más parecido a una computadora que tiene un delay en sus funciones porque precisa una puesta a punto. La computadora sería el cerebro; la puesta a punto, el paso del tiempo, variable que, esperanzó Crivelli, daría lugar -en la mayoría de los casos- a que se diluya el deterioro.

Sin embargo, hasta que eso no ocurra, una persona recuperada del Covid podría sufrir una afectación en dominios cognitivos bien específicos, detalla el paper.

Principalmente, en las funciones ejecutivas, en la memoria y en la atención, en la mayoría de los casos, hasta tres meses después de la enfermedad.

También, en áreas aun más específicas, como la memoria de trabajo (o memoria operativa, que abarca el corto plazo), en el aprendizaje, en el control inhibitorio (la capacidad de gobernar las respuestas, conductas y pensamientos que tenemos), en situaciones de cambio de escenario y en la fluidez verbal fonológica.

Desafío

Se vino hablando mucho de la “niebla mental” por Covid. ¿Tendría sentido pensar que la propia circunstancia pandémica (y no necesariamente el SARS-CoV-2) generó estos cuadros de errática dispersión?

Crivelli dijo que no: “Hace un tiempo publicamos un estudio en el que medimos las variables ansiedad y depresión. En ese caso, los pacientes y el grupo control estaban igual”.

Es que “los duelos, el aislamiento… todo hizo que los grupos no se diferenciaran. Esto que medimos ahora excede lo esperable”.

Qué hacer

El deterioro cognitivo mencionado fácilmente podría quedar opacado porque uno, a pesar de todo, siente que funciona casi normalmente. Sin embargo, no es un tema para minimizar.

Entre otras cosas, porque no hay certezas sobre la persistencia de los síntomas: “Muchos de los pacientes manifestaron sentir que iban más lento, incluso a los siete meses, pero los rastros del déficit cognitivo podrían durar más. Faltan estudios que hagan un seguimiento posterior al año”.

¿Qué hacer además de esperar? Crivelli lo resumió: “Lo primero es tener un diagnóstico. Como en cualquier trastorno, cuando uno tiene una inquietud sobre su situación cognitiva, hay que hacerse ver”.

Es decir, “medir atención, memoria y otras funciones cognitivas, para ver si hay un déficit. Si lo hubiera, el médico podría indicar esperar, a ver si remite solo o, en cambio, hacer una rehabilitación, a veces individual, a veces grupal. Son distintas herramientas para compensar estas secuelas”.

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