Raulo Ciminelli se impacientó porque el tren estaba detenido para que ascendieran los niños pasajeros y golpeó a un muchacho de 16 años vestido de Spiderman. También agredió a un trapito que intentó interceder
Eduardo Raúl Ciminelli llegó a la cima de la barra brava de Vélez en enero de 2021 cuando el histórico Pedro Paz decidió bajarse tras conseguir un muy buen pasar económico que incluía inversiones en barrios neurálgicos de la ciudad. Se creía que la sucesión sería cruenta, porque había varios grupos en disputa, como el de Villa Luro, con Fernando Morales y Christian Galuzzi, dos ex convictos, al frente. Pero Ciminelli con su facción de Versalles pactó con otro grupo grande, el de Ciudadela, consiguió el apoyo de la dirigencia y de las comisarías zonales y se quedó con la tribuna lo que quedó explícito en el primer partido de esa temporada cuando en el medio de la popular apareció una bandera con la leyenda “La banda de Raulo más de uno se quiere matar”.
Ese poder terminó haciéndole creer que podía hacer cualquier cosa mientras nadie en la institución le puso un freno. Armaron fiestas en pandemia en el polideportivo del club, amenazaron al plantel tras una derrota fea con Boca en Liniers por 7 a 1, fueron varias veces a la Villa Olímpica a pedir dinero a los futbolistas y se hicieron dueños de todos los negocios aledaños fuera y dentro del estadio. Y empezaron a generar un incidente atrás de otro lo que terminó con una causa en la fiscalía de Eventos Deportivos y toda la cúpula en el derecho de admisión el año pasado. Pero no pasaron mucho tiempo en esa situación: dos días antes del comienzo del Mundial de Qatar, manos amigas lograron que toda la barra de Vélez salieran de ese listado basándose en que la causa estaba archivada y que no había pedido del club para considerarlos indeseables. Así, en la Copa del Mundo lideraron activamente la barra argentina mostrando su impunidad al mundo, no sólo en el estadio sino en paseos millonarios en tierras árabes.
Y esa sensación de “a mí no me va a pasar nada” se verificó una vez más esta semana. Entre fecha y fecha de la Liga Argentina, Ciminelli decidió ir a la Costa Atlántica. Su lugar de descanso fue Villa Gesell, junto a su pareja y su vehículo, una camioneta Dodge Ram. Allí, mientras transitaba por la calle 110 en la esquina con la arteria 4, debió detenerse porque delante tenía a un típico trencito de la alegría cargando chicos para llevarlos de paseo. Pero los barras suelen ser tipos impacientes. Y entonces le pidió al animador, un adolescente de 16 años vestido de Spiderman llamado Gerónimo, que se apure o corra el trencito. La explicación de que estaban subiendo niños de corta edad no lo conmovió y empezó a golpearlo provocándole hematomas, cortes y luxaciones. Una vez cumplida la faena se fue de ahí y tres cuadras más tarde había un turista de apellido Martínez que estaba intentando estacionar y como no lo logró en el primer intento y se demoró, Raulo decidió ayudarlo de una forma extraña, golpeándolo y cuando un trapito intentó interceder, también recibió un golpe.
Justo en ese momento pasaba un móvil policial que intervino, lo redujo y le hizo el control de alcoholemia que dio positivo con 1,34 gramos de alcohol en sangre y le dio intervención a la fiscal Verónica Zambroni, la misma que intervino en el caso Fernando Báez Sosa, quien determinó que se lo aprehenda por el delito de lesiones leves. Mientras esto sucedía Raulo gritaba que era el jefe de la barra brava de Vélez, pero eso en esa oportunidad no causó efecto. De cualquier manera tampoco se preocupa demasiado: el delito es excarcelable, al ser un hecho no vinculante a un espectáculo deportivo no volverá a la lista negra de concurrentes a los estadios y el sábado por la noche, cuando Vélez reciba a Independiente en el Amalfitani, estará como siempre en el paravalanchas mayor, riéndose de todo y de todos.