A los 79 años, el radioaficionado Carlos Linares, lleva toda una vida dedicada a su hobby. Obtuvo su licencia a los 15, pero fue durante su infancia cuando construyó su primera radio galena, con ayuda de su padre. La inolvidable visita a su par alemán, mientras caía el muro de Berlín. Se dedicó a las comunicaciones de bienestar durante la Guerra de Malvinas. Hoy, el Radio Club Argentino, del que forma parte, cumple 101 años
Carlos nació en Parque Patricios, en 1943. De muy chico se le despertó el interés por la electricidad y electrónica. Había recibido el estímulo de su papá, que era empleado administrativo pero que en su juventud “ya había armado alguna radio. En los años 30 hubo un boom terrible de la radio en la Argentina. Todo el mundo quería hacer una radio, se publicaban libros, revistas”, explica sobre la época, que compara a la actual de la computación.
“Tenía 7, 8 años cuando mi papá me empezó a contar que se podía hacer una radio sin pilas, sin conectar a la corriente y me interesó muchísimo”, cuenta el hombre, que después, se convirtió en todo un autodidacta. Se compraba tres revistas de la época: Radio Chasis, Radio técnica y Radio práctica, que eran de formato tabloide y salían todas las semanas. Mientras absorbía toda la información que llegaba a sus manos, construía aparatos cada vez más complejos.
“Escuchaba las emisoras que había en aquella época y por supuesto, las que estaban más cerca de mi casa. Eran muy fuertes porque era una radio muy elemental. Solo podía escuchar ese tipo de radios, que eran muy primitivas, pero para mí fue un gran impacto poder escuchar radio con algo tan sencillo, hecho por mí”, recuerda. En todas las casas había radio. Y en su casa había una con onda corta. “Mi papá conectaba la onda corta y me hacía escuchar emisoras de otros países”, asegura.
Por primera vez escuchaba hablar infinidades de lenguas. Y también, las voces fuertes que llegaban de su propio barrio, y él estaba fascinado escuchando esos intercambios. “Podía ser información técnica o simplemente se la pasaban hablando de temas cotidianos, como si estuvieran tomando un café en una confitería”.
Mientras hacía el bachillerato, a los quince años obtuvo la licencia que otorgaba en ese entonces el Correo, que era el que se encargaba de las telecomunicaciones. “Teníamos que rendir un examen y yo como menor de edad tuve que tener la autorización de mi padre que tuvo que firmar y hacerse responsable por mi accionar, porque claro, siempre la radio fue una actividad de tipo estratégico y regulada por el Estado. Esa licencia autorizaba a poder transmitir. Podés escuchar sin ninguna clase de autorización toda clase de emisoras de radio ya sean privadas, de las Fuerzas Armadas, de la Policía pero no se puede transmitir en esas mismas frecuencias. Solamente uno puede hacerlo si está autorizado por el Estado y cuando uno saca la licencia de radioaficionado. El Estado te autoriza a determinadas frecuencias para que vos puedas transmitir en determinadas bandas. Son las de onda corta y de onda ultracorta”, explica quien dedicó mucho tiempo a la formación de radioaficionados.
Un Carlos adolescente llegaba de la escuela a las seis de la tarde y hasta la hora de la cena, ocho o nueve de la noche, no aflojaba con su equipo. Se dedicaba a hacer comunicados con otros radioaficionados y de lo que más se hablaba era de aspectos técnicos. Eran otros tiempos. “La mayoría de los equipos lo construíamos nosotros mismos. Hoy en día, esto se ha dejado un poco, se compran los equipos ya hechos”, compara. Ni hablar del contraste con las actuales redes sociales, donde la conducta es muy pasiva y está todo servido. Sortear las dificultades técnicas conforma uno de las grandes atractivos de esta actividad. “La radio afición tiene muchos aspectos, sociales, deportivos (hay competencias) y es un gran semillero de gente entrenada por lo que la mayoría de las naciones del mundo conservan los servicios de radioaficionado como reserva de comunicaciones para casos de emergencia”, argumenta.
Linares estudió Bioquímica en la universidad, donde conoció a su mujer, Lita, que de toda la vida lo acompaña en las actividades sociales que le da su hobby, que son muchas. Todos los viernes se juntan a cenar, y a veces ni hablan de la radio. Hacen concursos sobre quién cocina mejor.
La carrera la dejó avanzada, por una beca para irse a Alemania durante un año para estudiar mecánica de precisión y óptica, microscopía y aparatos de laboratorio. Cuando regresó se enfocó en el instrumental de laboratorios. Trabajó para empresas y después montó la propia. “Incluso llegué a fabricar equipos bastante complejo que reemplazaban algunas importaciones. Hice una buena una buena carrera y se lo debo en parte a todo eso a mi formación en parte a la radio afición porque estudié en forma autodidacta bastante a fondo electrónica, y después, con el entrenamiento que hice en Alemania de la parte mecánica.
Para Linares la radio afición fue la primera red social. “Este tipo de cosas vienen desde el inicio de la radio oficial en el inicio del siglo 20, cuando empieza la radio, porque ahí ya había radioaficionados. Los primeros en experimentar con el tema de la radio son radioaficionados y después se fueron profesionalizando, convirtiéndose en profesionales del medio y de las radios de broadcasting (AM y FM). Todo se inicia en 1900 y para aquel entonces, en 1921 se crea el Radio Club Argentino”. Fue un 21 de octubre, fecha elegida para celebrar el día del radioaficionado. La organización sin fines de lucro, ya tiene 101 años de vida y fue pionera. “En el mundo había muy pocas organizaciones que agrupaban a los radioaficionados, estaba la asociación de los ingleses, la de los norteamericanos y la de la Argentina”. Y enfatiza: “Fue un fenómeno mundial el tema de la radio afición en la Argentina y de la radio en general”.
La radio afición trabó grandes amistades en todo el mundo. Recuerda a un par alemán, con quien solía conversar bastante. Llegó a conocerlo personalmente en su tierra, en 1989. “Y me encontré que era un no vidente. Nunca me lo había dicho. Me atendió como si me conociera de toda la vida y justo en ese momento estaba cayendo el muro de Berlín. Eran días de efervescencia en Alemania con el tema de la reunificación y la caída del Muro, así que lo viví junto a él. Fue algo muy emotivo”, asegura.
Mientras que las redes sociales actuales suelen ser agresivas, el mundo de los radioaficionados se caracteriza por su solidaridad. “Hay códigos de convivencia, de normas de normas sociales, como como es el respeto por el prójimo, el ser solidario, tratar de ayudar. Siempre todo lo que se pueda. Y es bien conocido el tema de que los radioaficionados siempre están dispuestos a ayudar ante cualquier clase de emergencia o necesidad de conseguir algo, como algún medicamento”, subraya.
Las comunicaciones de los radioaficionados están permanentemente monitoreadas por el Estado, que escucha las emisiones y está atento a que se cumplan las regulaciones vigentes nacionales e internacionales. “Cuando fue el conflicto con Chile (del Beagle) nos convocaron para que con nuestros equipos montáramos estaciones móviles. Tuvimos que ir a lo largo de la cordillera con la frontera con Chile para hacer vigilancia aérea. Fuimos con nuestros vehículos en determinados lugares que nos asignaron y montar nuestros equipos de radio y estar atentos y vigilantes del espacio aéreo, a ver si había algún cruce de aviones chilenos. Por suerte, no pasó nada, pero estuvimos movilizados muchos tiempo. A mí me tocó ir a a una zona más o menos a la altura de Comodoro Rivadavia pero sobre la Cordillera de los Andes. Estuve en estancia de ganado ovino”, detalla.
Durante la Guerra de Malvinas, le tocó hacer guardia en el Radio Club Argentino para hacer las comunicaciones de bienestar “con el personal militar que estaba en Malvinas. Le pasábamos mensajes de los familiares, mensajes de bienestar para un lado y para el otro. Por ejemplo, el estado de salud, cómo se encontraban, dónde estaban destinados”, precisa. Recuerda que el grupo de aficionados de Córdoba participó activamente haciendo escucha de misiones de los ingleses y haciendo interferencias para molestar. Digamos, haciendo contra inteligencia. Todo eso no es muy conocido porque bueno, son justamente de tipo militares secretas, destaca.
“En aquella época tenía a mi cargo la estación de radio del Radio Club y entonces tenía que organizar los turnos con chicos jóvenes este de 15 y 16 años, noveles, que tenían un tremendo entusiasmo y estaban orgullosos de poder participar. Hacían turnos de 24 horas, porque claro, había infinidad de mensajes tanto de ida como de vuelta. Muchos mensajes eran dramáticos, angustiantes y otros eran por el contrario, exultantes, de orgullo de participar de forma patriótica”, señala.
Dice que en la asociación hay chicos de 15, que empiezan como él, aunque en un mundo completamente distinto. “Siempre hay gente interesada, porque tiene aspectos que las redes sociales no tienen. No es solo lo social, acá hay aspectos técnicos, didácticos, geográficos, y orientaciones que puede hacer en esta actividad. Mucha gente se cansa del chateo, de las redes sociales, esto es más activo y a la larga cubre otros aspectos humanos”, destaca.
A sus 79, reconoce que últimamente transmite poco. “Lo hago cuando estoy de vacaciones, los fines de semana largos, que salgo con el auto, instalo mis equipos y en el auto hago comunicados”. Pero nunca, jamás, se olvidó de su hobby un solo día.