Son datos del Observatorio Social de la UCA del tercer trimestre de este año. El 40% de los hogares recibe algún plan.
Mientras avanza la presión en el oficialismo y en la oposición por recortar los planes sociales, durante 2022, el 40% de los hogares donde vive el 50% de la población urbana recibió alguna asistencia social.
Sin esos programas o complementos, la tasa de indigencia habría alcanzado en vez de 8% a casi el 20% de la población, y la tasa de pobreza en vez del 43% el 50%, de acuerdo al Informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina ( UCA) en base a los datos del tercer trimestre de este año. Esos porcentajes representan 21,5 millones de pobres urbanos de los cuales 8,5 millones serían indigentes.
Los datos de la UCA marcan que sin las ayudas sociales, tanto la indigencia como la pobreza se ubican en niveles superiores a los años anteriores a la pandemia. Según el Informe, “el impacto de los programas sociales de transferencias de ingresos en la reducción de la indigencia es superior al evidenciado en la prepandemia”.
En tanto, “como es de esperar, el efecto “inmediato” de las transferencias de ingreso sobre la pobreza es menor que el registrado sobre la pobreza”.
La indigencia creció del 11,8% en 2017, subió al 11,3% en 2019 y en 2022 es del 19,6%. Y la pobreza total del 32,4% en 2017, trepó al 43,3% en 2019 y al 50% en 2022.
Al presentar el Informe, Agustin Salvia, director del Observatorio Social señaló que sin las ayudas sociales, “actualmente el 43,1% de la población urbana es pobre por ingresos y 8,1% de indigentes. En 10 años ha crecido en más de 15 puntos porcentuales la pobreza: ¿Quiénes son estos nuevos pobres? Las clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que nos los saca de la pobreza, pero al menos la alivia”.
Salvia agregó: “Entre los sectores excluidos se han multiplicado los trabajos informales, poniendo los hogares mayores esfuerzos, y recibiendo del Estado permanentes líneas de asistencia, las cuales a su vez dinamizan la denominada economía social de subsistencia”.
Otras datos claves del Informe marcan:
• La participación de la suma del desempleo y las sub ocupaciones inestables vienen subiendo casi ininterrumpidamente, alcanzado este año al 32% de la población económicamente activa. Si les sumamos los trabajos regulares pero precarizados (28%), la suma de los problemas de empleo alcanza al 60% de la fuerza de trabajo (12 millones de trabajadores). De tal forma que sólo el 40% de la población económicamente activa cuenta con un trabajo decente o digno, sea a través de un empleo asalariado o no asalariado.
• En los hogares pobres, menos de 2 de cada 10 trabajadores logran acceder a un empleo pleno, mientras que, en los hogares no pobres, aunque en descenso, más de 5 de cada 10 trabajadores lo logra. Si bien debido a la inflación crece el fenómeno de los trabajadores pobres de manera generaliza a partir de 2018, en los sectores micro informales y de la economía social, su empobrecimiento es previo, ya que se inicia en 2012.
• El ciclo de estancamiento iniciado en 2013 provocó un incremento de la pobreza entre los ocupados, que llegó a 18,1% tras el estancamiento y el alza inflacionaria iniciada en 2016. A partir de la crisis de 2018-2019, profundizada por la pandemia de COVID-19 (más de 31% si se considera a los cesanteados), la pobreza de trabajadores se ha instalado en un nuevo nivel estructural: 29,8% en 2022.
• Actualmente, la pobreza monetaria y no monetaria afecta a aproximadamente a 4 de cada 10 personas: 17 millones de argentinos. La marginalidad más estructural, afecta a 2 de cada 10: o sea a 8,5 millones de argentinos. Y si bien, la situación presente parece socialmente sostenerse gracias a una parte de la economía que mantiene activas sus fuerzas productivas, a la vez que otra lucha por su subsistencia y cuenta con la asistencia pública, el futuro proyectable se asoma lastimoso y desgarrador, corrosivo a nivel social y político.