Alberto Fernández les aseguró a los ministros del Gabinete que el “enemigo político” es el ex presidente y confía en que en eso pueden estar todos de acuerdo. Además, pidió que defendieran públicamente la gestión económica
Alberto Fernández cambió su ánimo en los últimos días. Parece haber salido de ese lugar gris en el que había quedado, afectado por la avanzada del kirchnerismo, el desembarco de Sergio Massa en el ministerio de Economía y su frustrada relación política con Cristina Kirchner. Al menos, así lo perciben quienes lo frecuentan más asiduamente.
Ayer, el Presidente encabezó la reunión de Gabinete que tuvo lugar en la Casa Rosada. Hubo gestión y repaso de agenda de parte de cada ministro. Pero lo que impresionó a la mayoría fue su postura. Lo vieron “muy animado” y “envalentonado”, inmiscuido en los temas de cada ministerio.
“Existe un cambio de actitud en Alberto. Algunos piensan que es tardía. Pero existe”, se sinceró un funcionario nacional con acceso al despacho presidencial. En el entorno de Fernández aseguran que ahora tiene otra postura frente a la compleja gestión que le toca llevar adelante.
En la Casa Rosada aseguran que el “nuevo gabinete” le trajo “aire fresco” al Gobierno. La incorporación de Kelly Olmos, Victoria Tolosa Paz y Ayelén Mazzina, quienes ingresaron a la estructura ministerial por decisión exclusiva de Fernández, intenta ser una línea divisoria para relanzar un gabinete “más proactivo”.
Alberto Fernández trazó otra línea el día que defendió su gestión en el Coloquio de IDEA. Habló frente a cientos de empresarios y les pidió mirar el “vaso medio lleno” de una gestión que estuvo golpeada por la deuda generada por Mauricio Macri, la pandemia y la guerra en Ucrania.
En ese discurso brindó datos positivos sobre la construcción, la producción de gas, las exportaciones, la industria automotriz y el petróleo. Ayer el Presidente recordó ese discurso e hizo hincapié en que hay datos económicos que son positivos, más allá de la inflación, y que sirven para defender lo hecho por el Gobierno. Por eso les pidió salir a bancar la gestión. Considera que hay datos duros para respaldar el discurso público.
El discurso fue ante la mayoría del Gabinete, aunque hubo muchos ausentes. No estuvieron Sergio Massa, Eduardo “Wado” de Pedro, Carla Vizzotti, Santiago Cafiero, Jaime Perczyk, Daniel Filmus y Jorge Ferraresi. Más allá del discurso motivador de ayer, hay ministros que consideran que algunos de sus pares ponen excusas para no ir porque no creen en la autoridad del Presidente.
Fernández sostiene que a esta altura de su gobierno tiene mejores datos económicos que los que tenía Mauricio Macri en el 2019 y que hay que confrontar con esa realidad. Por eso aseguró que el enemigo político a vencer es el ex presidente. No es Horacio Rodríguez Larreta, ni Patricia Bullrich, ni Facundo Manes. Es Macri, al que identifica, por estrategia y por convicción, como el líder de la oposición.
En el círculo de funcionarios cercanos al Jefe de Estado creen que Macri va a ser candidato. Que es el líder real de la oposición y el que va a terminar imponiendo sus condiciones. Es el hombre a apuntar. Un movimiento que polariza el escenario político y lo sube al ring al ex mandatario, quien aún no ha definido si competirá en las próximas elecciones, pero juega cada vez más fuerte en la interna del PRO.
“Macri es el que peor está en la oposición respecto a los números de las encuestas. Mucha imagen negativa. Es el que gobernó y le fue mal. Elegir a ese enemigo político le sirve a todo el peronismo porque puede acumular consenso sobre esa figura”, aseguró a Infobae uno de los ministros que estuvo presente en la reunión.
Subir a Macri al ring garantiza al menos un tema en el que están todos de acuerdo. “Macri no puede volver”, sostienen en Balcarce 50. También en el kirchnerismo y en el massismo. Es el punto de unidad. Por eso no es casual que Fernández haya marcado al ex presidente con una cruz roja.
Fernández entiende que con los datos que arroja la economía actualmente, sumando a un descenso lento pero continuo de la inflación, el peronismo será competitivo en las elecciones del año que viene. Aunque no lo dice en público, no se baja de esa pelea. Falta mucho tiempo y la política argentina es muy dinámica, advierten los fieles albertistas.
El Presidente volvió a la base fundacional del Frente de Todos. ¿Para qué juntarse?, se preguntaban en el 2019 dentro del peronismo. “Para ganarle a Macri y sacarlo de la Casa Rosada”, era la respuesta que tenía más adherentes. La estrategia tuvo un resultado positivo. En este tiempo de crisis interna y divisiones, visibilizar al ex presidente como el rival político a vencer genera empatía interna.
En la reunión de Gabinete, Alberto Fernández aseguró que hay que evitar las peleas internas porque el enemigo está en la vereda de enfrente, no bajo el techo peronista. Levantó la bandera de la unidad cuando las divisiones de la coalición están a la vista. El enemigo común, y la amenaza de un posible regreso al poder, sirve también para intentar mantener anudado algunos lazos internos.
Entre los presentes en esa reunión hay quienes les pareció una contradicción el pedido de unidad. ¿El motivo? Recuerdan que hace sola una semana el Presidente decidió avanzar con el recambio de Gabinete sin consultar a Cristina Kirchner ni darle lugar al kirchnerismo en la toma de decisiones, postura que molestó mucho en el mundo K.
En La Cámpora no tienen en cuenta lo que haga o deje de hacer Alberto Fernández. No les parece relevante. Creen, en definitiva, que está solo y que no tiene fuerza. En el albertismo se preguntan, con fuerte ironía, por qué Eduardo “Wado” de Pedro tiene un viaje de gestión cada vez que hay reunión de gabinete. “Se ve que todos los viajes le caen cuando son las reuniones”, indicó un funcionario. La posibilidad de que haya sintonía fina entre el albertismo y el camporismo es solo una utopía.
Lo cierto es que más allá de las diferencias internas y la enorme desconfianza que anida en el Frente de Todos, algunos dirigentes intentan generar una mesa política para tratar temas de gestión y construir un ámbito en el que se puedan buscar puntos de acuerdo para mantener activo el Gobierno.
Ese fue uno de los temas que estuvo presente en la reunión que se realizó ayer en La Plata y de la que participaron Máximo Kirchner, Axel Kicillof, Martín Insaurralde, Andrés “Cuervo” Larroque, Jorge Ferraresi, Gabriela Katopodis, Fernando Espinoza, Gustavo “Tano” Menéndez, Leonardo Nardini, Mariano Cascallares y Alberto Descalzo.
“Hoy no hay una mesa política. No hay un ámbito para discutir. No sabemos qué va a pasar con las PASO. Qué quiere cada uno. Falta un ámbito para discutir más allá de que la relación entre Alberto y Cristina esté rota. No podemos entrar a un año electoral sin esa mesa”, reflexionó uno de los dirigentes presentes en la cumbre que tuvo lugar en la gobernación bonaerense. La idea es reconstruir la mesa política de la coalición y mantener encuentros cada 10 o 15 días.
El Frente de Todos exprimió, y vació, el concepto de unidad. Le quitó valor después de tantas veces en que sus dirigentes la revindicaron como un punto de acuerdo frente a las sucesivas crisis políticas. Alberto Fernández insiste con la necesidad de no pelearse pero, muchas veces, no actúa en consecuencia.
En paralelo, intenta fortalecer su rol, mostrarse como un líder frente a sus ministros y mantener autonomía en sus decisiones. Ayer buscó marcar un rumbo. No quieren que lo den por muerto. No quiere que los datos positivos de su gestión se disuelvan en la verborragia de la crisis interna. Es una tarea muy compleja que no depende solo de él.