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El laboratorio de Cristina Kirchner: planes, fastidios y, ¿una sorpresa para el final?

Las pistas que da la vicepresidenta. Las disputas con Alberto y Guzmán. De L-Gante a La Cámpora. Los roces en la oposición y las jugadas de último momento.

Cristina transita días de fastidio con Alberto Fernández por el rumbo del Gobierno y por la falta de audacia en materia económica. En sus disquisiciones suele preguntar en voz alta: “¿Para qué ganamos las elecciones?”.

Ese fastidio a veces se vuelve borroso por las necesidades electorales y la estrategia de paz, pero es permanente. En privado, la vicepresidenta compara a Alberto con Mauricio Macri. La comparación es cruel. Dice que Macri defraudó a quienes confiaron en él frente a promesas como las de eliminar el impuesto a las Ganancias, pero que, sobre todo, decepcionó a su núcleo duro de votantes, que no esperaba -por ejemplo- que terminara aumentando los planes sociales, en lugar de reducirlos. Cristina cree que Alberto se hamaca frente a ese mismo abismo. Que no sabe para quién está gobernando y que sus vacilaciones están arrastrando al Frente de Todos a pagar costos a ambos lados de la grieta.

Ella no está dispuesta a que se profundicen. Por lo menos, no ante su feligresía. Ese tesoro concentrado en el Conurbano que siente amenazado por primera vez en muchos años y que podría afectarla cuando el 12 de septiembre se abran las urnas. No es que le vaya del todo mal o que esté perdiendo. Nadie podría asegurarlo a esta altura frente a una crisis de tamaña dimensión. Pero la experiencia le marca que en algunos distritos de la provincia de Buenos Aires necesita ganar por amplio margen para equiparar localidades adversas en el interior. Hay bastiones de la Tercera sección donde hace dos años la diferencia entre el oficialismo y la oposición superó los treinta puntos. Eso explica sus pasos y los que vendrán en los próximos sesenta días.

La vicepresidenta se hará cargo de la campaña en el principal distrito electoral del país, con la cara de Axel Kicillof en primer plano, como acaba de dejar en claro, el jueves, en el acto en Lomas de Zamora. La movida implica desandar y amalgamar un nuevo relato que pueda seducir a los desencantados. Todo va a cambiar después de las elecciones y volveremos a ser felices, promete, pero antes hay que ganarlas.

Sociólogos dedicados a constatar el humor social alertan sobre el crecimiento de un sentimiento anti política, que podría poner en riesgo aquella estrategia de persuasión. Se trata de ciudadanos no politizados que dicen abiertamente ya no que no saben a quién van a votar sino que no quieren ir a votar. Muchos jóvenes, entre ellos.

La alusión de Cristina al cantante de rap L-Gante no fue ingenua, como ninguna de sus palabras en el discurso de Lomas. Se había asesorado sobre el estrepitoso ascenso del joven, un imán para miles de chicos que apuestan a la tecnología para huir de sus penurias cotidianas. L-Gante grabó una canción con un micrófono y una computadora y cambió su destino después de casi 200 millones de reproducciones en Youtube. Pasó de vender sándwiches de milanesas a irse de gira por Europa.

Cristina dijo que ese cambio fue posible gracias al plan Conectar Igualdad, que repartía computadoras en su administración. El joven habló en A24 y explicó que había vendido un celular para poder comprarla porque nunca le había llegado. Quizá no venga al caso, pero ninguno de los dos decía toda la verdad. Esa computadora habría llegado a sus manos por medios no muy santos. Se sabrá pronto.

La ex presidenta da por hecho que no habrá tiempo de revertir la crisis económica antes de las primarias. Y algo más: que la vacunación, por más que ahora se haya acelerado, no alcanzará para mejorar considerablemente el ánimo de los bonaerenses. Para decirlo de otro modo: los sectores que no podían llenar la heladera con Macri ahora pueden menos. Lo dicen las cifras del Indec: la pobreza y la desocupación aumentaron y los precios de los alimentos están por las nubes.

Sus mensajes del jueves, los explícitos y los que requieren algún tiempo para ser decodificados, fueron precisos y con destinatarios puntuales. Si no hay presente, que exista la fantasía de un futuro.

Allí radica parte del eje de sus discusiones con Fernández. Ella sostiene que el Presidente y Martín Guzmán, por fuera de la pandemia, solo están pensando en la negociación con el FMI y que están asumiendo compromisos que complicarían los próximos años.

Hay que pensar en la post pandemia de modo urgente, sostienen en el Instituto Patria. Que se parece bastante a pensar en el día después de las legislativas. Esa etapa no puede planificarse con la lógica de Guzmán, quien, a juicio de los cristinistas, comparte demasiados argumentos con ciertos economistas macristas. Algunos números dan paso a avalar el razonamiento.

En los primeros cinco meses de 2021, el ministro de Economía logró un déficit fiscal de menos del 0,5% del PBI. Fue producto de varios factores: del aumento del precio de la soja (superó los 500 dólares, cuando en diciembre estaba debajo de los 300), del incremento de la inflación y del recorte de las jubilaciones. El último punto es una estocada para el relato. En el primer semestre, la inflación superaría el 25% (ya a un paso del 29% que se había prometido para todo el año) pero en ese lapso las jubilaciones habrán aumentado 21%.

Guzmán se jacta del logro y lo exhibe en sus negociaciones con el Fondo. Cristina y La Cámpora se irritan. “Qué bien, ajustamos en medio de una catástrofe”, ironizan.

La maquinaria volvió a moverse. En junio se abrieron los grifos y el gasto aumentará fuerte en julio, agosto y septiembre. ¿Cuánto? El suficiente como para barrer con la reducción del déficit del primer semestre. Así de contundente.

Las rabietas de Cristina con el equipo económico se detienen a menudo en el episodio Basualdo, el funcionario de La Cámpora que el ministro quiso echar y que fue retenido tras un escándalo público. Parece que fue hace mil años, pero a la jefa del Frente no se le fue el rencor: sostiene que la polémica generó divisiones y que hirió el mandato histórico del kirchnerismo cuando se instaló que se analizaba una fuerte suba de tarifas.

En la “Mesa de los lunes” que comparten albertistas, massistas y camporistas comenzó a hablarse de qué perfil sería el apropiado para encabezar la boleta bonaerense. El mejor exponente de la narrativa 2021, la definición que emplea Santiago Cafiero para esquivar la palabra relato.

Sobre el tablero se despliegan más de media docena de nombres. Alberto se conforma con un candidato que no espante. Le atrae el nombre de Victoria Tolosa Paz. Hay otras dos mujeres en danza: Fernanda Raverta y Luana Volnovich. Desde el jueves también hay que prestarle atención a Martín Insaurralde.

Algunos camporistas siguen sugiriendo a Cafiero, con la idea de apartarlo del Gabinete. Alberto le dijo a su ministro que se olvide de dejar el Gobierno, aunque Cafiero no termina de descartarlo. ¿Daniel Scioli? ¿Sergio Berni? Son nombres que aparecen relegados, pero están.

“Dependerá de Cristina y ojo que puede ser alguien que no estemos viendo. No se olviden de que a ella le gusta el efecto sorpresa”, dice uno de sus asesores. Pasó con Amado Boudou en 2011. Luego con Alberto en 2019. Un colaborador arriesga otro nombre. Nicolás Kreplak, el viceministro de Salud de Kicillof.

Cristina decidirá en el último minuto y esperará las definiciones en la oposición, que no están fáciles. Ayer se lanzó Facundo Manes por la UCR. Se espera que en las próximas horas lo haga Diego Santilli por el PRO. A veces se pasa por alto: Santilli es vicejefe y ministro de Seguridad porteño; dejará ambos cargos dos años antes de terminar el mandato.

Mientras, Horacio Rodríguez Larreta -su ideólogo- intentará convencer a Jorge Macri de que no sea la tercera opción. El intendente de Vicente López dijo cosas muy fuertes de Santilli. ¿Puede cambiar de opinión? Tal vez. No sería el primero. Hay saltos acrobáticos para todos los gustos.

El de María Eugenia Vidal no deja de ser notable. Es la que mejor mide en la Provincia, pero se empeñó en regresar a la Ciudad, el lugar donde el macrismo nunca pierde elecciones. Vidal hablaba de la Provincia como “un hijo más”. Decía que a los bonaerenses les habían “mentido y engañado tanto” que ella no iba a ser una más, aunque le costara la carrera. Fue hace muy poco.

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