Considerado al tipo de cambio libre, el papel de 1.000 pesos argentinos equivale a 2,89 dólares. Producto de la inflación y de la negativa oficial a imprimir uno de mayor valor, es el de más bajo poder adquisitivo en la región
Por el impacto de la inflación, la Argentina se acerca a un triste récord. En un relevamiento entre 13 países de la región, su billete de mayor denominación es el que menos valor tiene medido en dólares. De esa forma, el papel de 1.000 pesos con la imagen del hornero es el que tiene un poder de compra más limitado en todo América, sin que además existan planes a la vista para poner en circulación algún billete de una denominación mayor.
El escenario cuenta con un elemento más insólito aún: el último anuncio oficial del Banco Central en ese sentido, en mayo pasado, confirmó que la autoridad monetaria y la Casa de la Moneda trabajan en una nueva línea de billetes. El objetivo del cambio es reemplazar a los animales autóctonos de la serie actual para volver a ubicar a próceres y figuras públicas. Pero no se evalúa un billete de 5.000 o 10.000 pesos, algo piden distintos sectores económicos, en particular los bancos.
Al tipo de cambio libre, el billete de 1.000 pesos hoy vale tan solo 2,89 dólares, lo que deja a la Argentina, tan mencionada en el mundo por estos días por su logro deportivo en Qatar, en el último lugar de la tabla. El país que más se le acerca en esta clasificación es Cuba, cuyo billete más grande vale 4,17 dólares, seguido por Paraguay, donde el billete de 100.000 guaraníes vale 13,69 dólares.
Entre los países más próximos el billete de mayor denominación de Uruguay equivale a 51,80 dólares. Chile, con 22,62 dólares y Bolivia, con 28,95 dólares, son los de valor más bajo.
No es el caso de Perú, que a pesar de sus vaivenes políticos hace más de una década que consiguió vencer a la inflación. Su billete de 200 soles vale 52,33 dólares. En Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, el papel de 200 reales equivale a 38,41 dólares.
Cuando comenzó a circular el actual billete de $1.000, el 1° de diciembre de 2017, el dólar valía $17,55, por lo que el mayor billete argentino servía para comprar 56,90 dólares. La inflación de ese año fue 24,8 por ciento. Una discusión encendida por entonces no era sobre su poder de compra sino sobre su ilustración: un hornero, en el marco de la línea de imágenes de animales que reemplazó la tradición de los próceres.
Ese debate no parece tener lugar en otros países, donde el papel moneda es adornado tanto por figuras célebres como por paisajes o fauna. En el nuevo billete de 200 reales se ve el lobo colorado (lobo-guará, en portugués), manteniendo la idea de poner animales en los billetes desde el lanzamiento del real, en 1994; en la otra cara del billete, aparece una imagen que simboliza la República. Los gobiernos de Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores no vieron necesidad de cambiarlos; incluso, los renovaron con las mismas imágenes para hacerlos más seguros.
Medir cuánto se consumió el poder adquisitivo del billete de $1.000 desde su salida a la calle muestra con claridad el efecto nocivo de la inflación sobre la moneda nacional. En 60 meses, desde diciembre de 2017 a noviembre de 2022, la inflación acumulada fue de un aplastante 780 por ciento. Por lo tanto, el billete más alto debería haber multiplicado su valor nominal prácticamente por nueve para seguirle el ritmo a la suba de los precios al público.
Un informe elaborado por María Castiglioni, economista de C&T Asesores Económicos, determinó que en base a la inflación acumulada en los últimos cinco años, un billete de máxima denominación que permita reemplazar el poder adquisitivo que tenía el de $1000 en 2017 debería ser en el presente de un valor de $9.372 para conservar aquella capacidad de compra. Es decir que la economía necesitaría de una emisión prácticamente de $10.000 para representar el valor inicial del “Hornero”.
Según datos del Banco Central, en el presente los billetes de 1.000 pesos pasaron a ser los de mayor circulación, por encima del 30% del total, algo insólito habida cuenta que estas emisiones son, además, las de mayor valor en el universo del efectivo. Como es lógico, al ser los billetes de más denominación los que más circulan, también es creciente el monto efectivo que representan dentro de la masa de dinero que tienen los argentinos en sus bolsillos y en el circuito económico. El billete de 1.000 pesos, que por ahora no tiene en el horizonte un reemplazante de mayor valor, representa el 70% de la circulación monetaria del país.