Esa es la opinión con más adeptos en el Gobierno y entre expertos. Estiman que el peso se devaluará ante la moneda estadounidense entre un 1% y un 3% mensual.
La carrera de las decisiones de inversión frente a las elecciones está en pleno desarrollo en estos días y hay posiciones muy distintas.
La Argentina, un país bimonetario que tiene el peso para las transacciones y el dólar para ahorrar, desarrolló una larga experiencia en posicionarse frente a las elecciones.
Y, tradicionalmente, la respuesta es la dolarización de los portafolios de inversión tanto de las compañías como de los ahorristas de a pie.
Con el dólar oficial en $102,50, el mayorista en $97,32 y el blue en $182, la brecha de un 87% es el indicador más claro sobre expectativa de los operadores del mercado con relación a que algo esperan en materia cambiaria después de las elecciones, ¿de las internas del 12 de septiembre, PASO?, o ¿de las legislativas del 14 de noviembre?
Los operadores siguen de cerca la evolución de la brecha, amplia pero estabilizada a partir de la decisión del Banco Central de aumentar 1% por mes el dólar oficial (por debajo de la inflación) y de un blue que cuando toca $185 enciende luces rojas en el tablero de control del Gobierno y aparecen “manos amigas” siempre dispuestas a aumentar la oferta en ese segmento.
Los economistas, entre tanto, también siguen de cerca la evolución de las reservas netas del Banco Central, que desde julio a esta parte —hay un informe de la consultora Equilibra de Martín Rapetti que pone el foco en el tema— bajaron US$1.500 millones, rondan los US$6.400 millones y terminarían en US$5.300 millones a fin de año.
Desde ya que ese nivel de reservas resultaría insuficiente frente a los vencimientos con organismos internacionales (FMI, BID, Banco Mundial, etc.) que en el primer trimestre de 2022 alcanzarán los US$7.206 millones.
En el frente interno también el cuadro cambiario es complejo cuando se confronta la cantidad de pesos dando vueltas por la economía contra los dólares que hay en el Banco Central.
Un ejercicio del estudio Anker sostiene que si a fin de año las reservas de divisas netas rondan los US$5.000 millones, podrían respaldar solo un 15,6% de los pasivos monetarios que representan a los pesos en circulación más los que están en depósitos más los colocados en Letras de Liquidez o inmovilizados en los bancos.
Esa relación de muchos pesos y pocos dólares para hacer frente a los compromisos externos es la base en la que se apoyan, dentro y fuera del Gobierno, los que consideran que una devaluación del peso será inexorable después de las elecciones de noviembre.
Pero ese supuesto salto inevitable del dólar tiene, a su vez, variantes importantes. Por ejemplo, en el Banco Central aseguran que hay que descartar de plano una devaluación abrupta aun cuando las negociaciones con el FMI para refinanciar el préstamo de US$44.000 millones se posterguen hasta marzo.
La posición con más adeptos entre funcionarios y consultores es que después de la elección legislativa y dejando de lado el resultado, el Gobierno daría señales amigables hacia el FMI y aumentaría el dólar en forma pausada de 1% a 2,5% o 3% mensual.
¿Y si el kirchnerismo se radicaliza sin importarle el resultado de la elección y se resiste a llegar a algún tipo de acuerdo con el FMI para conseguir financiamiento? Las empresas y los consultores no consiguen imaginar un horizonte viable.
Planteado ese escenario, hay dos posiciones entre los economistas. Una que destaca que la vicepresidenta Cristina Kirchner resiste embestidas duras, pero la complicaría mucho una disparada cambiaria que impulse otro salto de la inflación.
La otra destaca un comportamiento que el mercado dejó en claro en los últimos días y es el elevado nivel de sensibilidad a la hora de invertir pesos.
La última licitación que realizó el Tesoro para conseguir financiamiento dejó en evidencia no solo el “cortoplacismo extremo” sino, también, que son menos los que quieren pasar las elecciones colocados en bonos del Estado a pesar de que rindan más.
Más de la mitad del financiamiento que consiguió el Tesoro de Martín Guzmán la semana pasada ($49.309 millones de un total de $94.798 millones) fue colocando en bonos a tasa fija (ofrecen 44,28% anual de tasa efectiva) con vencimiento el 29 de octubre.
Ese resultado tiene como contracara la evolución de los bonos atados al dólar oficial (dollar-linked) que vencen en abril de 2022 y ofrecen la devaluación del peso hasta aquel momento y una tasa “negativa” de 0,8%. Una apuesta clara a que el salto cambiario sería inevitable.
La protección de los ahorros en tiempos de inflación de 50% anual y cepo cambiario recargado achican el sendero de posibilidades rentables hasta las elecciones cuando, se supone, surgirá otro marco político y definiciones económicas para empezar a equilibrar los fuertes desequilibrios que se vienen acumulando desde hace meses.