Mientras transcurren los 90 días previstos para su implementación, una encuesta revela que las mujeres son más sensibles a los sellos de advertencia que los hombres y los jóvenes.
El 26 de octubre del 2021 la Cámara de Diputados aprobó la Ley 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, más conocida como ley de Etiquetado Frontal, que tiene como objetivo ayudar a combatir factores de riesgo para la salud de la sociedad como la obesidad, la hipertensión y los riesgos cardíacos.
Luego, en noviembre, la ley fue promulgada oficialmente mediante el decreto 782/2021 publicado en el Boletín Oficial y, a partir de ese trámite, el Poder Ejecutivo tiene 90 días para reglamentar la ley y dictar las normas complementarias que se necesiten para su aplicación.
Entre otras cosas, la ley establece la incorporación en el frente de los envases de los productos ultraprocesados una etiqueta con forma de octógono negro y letras blancas que advierta el exceso de nutrientes críticos para la salud, como azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales y calorías.
El texto también prohíbe ciertas publicidades dirigidas a los chicos para evitar que los productos que tengan más de un sello de advertencia incluyan dibujos animados, personajes, figuras públicas, regalos o elementos que llamen la atención de consumidores de esa franja etaria.
Si bien la ley fue votada con una amplio consenso de distintas organizaciones, la industria puso sus reparos, dado que las empresas tienen que adaptar los envases y la producción a la nueva normativa.
En este sentido, las empresas alimenticias agrupadas en la COPAL, plantearon cuando se sancionó la ley que el proyecto tiene una serie de “inconsistencias” que necesitan una revisión. De todas maneras, todavía tienen bastante tiempo para implementar los cambios.
Brenda Austin, diputada nacional de la Unión Cívica Radical por la provincia de Córdoba y una de las impulsoras del proyecto, explicó que la ley tiene tres momentos en cuanto a los plazos: primero, los 90 días que tiene el Poder Ejecutivo para reglamentar el texto de la ley y que aún no se cumplieron.
Luego, están los plazos que fijan los artículos 19 y 20 que indican desde qué momento deben empezar a cumplirse la obligaciones que fija la norma. Este plazo es de 6 meses pero se amplía a 12 si las fabricantes son MiPymes. Eventualmente puede ser prorrogado por 6 meses más, explicó.
“Finalmente el tercer plazo, es el de la adaptación al perfil de nutrientes que fija la Organización Panamericana de Salud y que es el que toma de guía la ley. Este plazo de adaptación progresiva es de dos años desde la obligación de cumplimiento de la empresa, es decir que se suma al anterior”, explicó la legisladora.
“Como puede verse, la norma contempla plazos más que razonables para que las empresas puedan adaptar sus productos a los estándares que fija la ley”, consideró Austin.
Mientras tanto, una encuesta intentó conocer cómo podría ser la recepción de la nueva ley entre los consumidores locales. La plataforma ShopApp consultó a 800 consumidores, decisores de compra, entre el 1 y el 10 de diciembre pasado, a través de su aplicación móvil. Entre varias conclusiones, el sondeo detectó:
–El nivel general de conocimiento de la ley de etiquetado alcanza el 64%. En tanto, el nivel de acuerdo de quienes la conocen es del 68%, y el de rechazo del 14%.
-En cuanto a la decisión de compra, dos de cada tres personas dijeron que cambiarían sus hábitos de compra frente a productos con más sellos de los que esperarían. La barrera se encuentra en los 3 sellos, el 49% abandona la compra con 1 a 3 sellos.
– Las grasas saturadas y los azúcares son los sellos que generan mayor preocupación, seguidos del sodio.
– Las mujeres muestran una preocupación y atención más generalizada hacia el cuidado de la nutrición: leen más las etiquetas y abandonan más fácilmente sus hábitos frente a productos que no cumplen sus expectativas nutricionales. Sin embargo, son también más sensibles a los mensajes anclados en las bajas calorías.
– Los hombres presentan más inclinación a percibir como saludables productos indulgentes, y muestran mayor polarización: muchos de ellos no abandonarían sus hábitos de compra, pero los que lo harían, lo hacen de forma más radical.
– Los jóvenes de 18 a 29 años presentan un bolsillo más sensible: aunque valoran y reconocen el valor de la nutrición, tienen una mayor tendencia a prescindir de ella en pos de cuidar el ahorro.
– Los adultos mayores de 50 años son el grupo más categórico en materia de cambios de hábitos y son los que muestran mayor propensión a modificar conductas en pos de la salud.