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“Horrenda”, “kitsch”, “pasada de moda”: los críticos destrozan la nueva estatua en homenaje a Lady Di

El monumento, en el Palacio de Kensington, en Londres, se inauguró el jueves, cuando la princesa hubiera cumplido 60 años.

La intención de develar el único monumento que existe en Gran Bretaña para honrar la memoria de Diana, la princesa de Gales, cuando cumpliría 60 años, fue buena. Los príncipes William y Harry, sus hijos, eligieron al escultor Ian Rank Broadley, el bronce como material, la humanidad de Lady Di como tema.

Si el monumento tardó 25 años en llegar fue porque la familia real tenía temor a que se convirtiera en un santuario, en un centro de peregrinación, como en un país del tercer mundo.

Sólo sus hijos se atrevieron a pelear ante esa idea. Nadie pudo frenarlos, salvo sus diferencias personales, que postergaron desde el 2017 la inauguración.

Pero al día siguiente de su inauguración, los críticos calificaron a la estatua de la princesa como “horrenda”.

La obra muestra a Diana Spencer abrazando a una chica y un chico, en un típico gesto de humanidad y vestida como en los últimos días de su vida.

“Un monumento a la diseñadora de moda de los 80, Laura Ashley”, “menos Madonna, más una guerrera combativa en una estatua kitsch, con un toque soviético”.

Los príncipes William y Harry, hijos de Lady Di, el jueves, en la inaguruación de la estatua en homenaje a su madre. Foto: AFP

Los príncipes William y Harry, hijos de Lady Di, el jueves, en la inaguruación de la estatua en homenaje a su madre. Foto: AFP

Unánime reprobación artística para el escultor que inmortalizó a la reina Isabel en todas las estampillas del correo británico. Una suerte de brutal realismo socialista.

El diario conservador The Daily Telegraph no ahorró el sarcasmo. Alastair Sooke, su crítico, destrozó, una a una, las características que enfatizó el palacio de Kensington para la estatua: “La calidez, elegancia y energía”.

“¿Cálida?”, se preguntó. En cambio, él vio “una Diana con amplias espaldas, camisa desafiantemente desabotonada, era una Diana combativa y confrontativa, no maternal. Lejos de ser ingenua. Fue retratada como una santa ofreciendo protección a tres chicos (uno relegado hacia atrás) pero ella no es una dulce Madonna”.

El crítico agregó que “hay algo distintivamente masculino en esta instancia, una mujer de mal carácter, una empoderada guerrera con un cinturón tan grande que parece He Man, capaz de hacer la Casa de Windsor acobardarse”.

Luego se apiadó del escultor. “Yo tengo cierta simpatía por él dada la imposible naturaleza del pedido. Cada opción creativa iba a producir criticas”, reconoció.

Varios críticos opinaron que la imagen de Lady Di en esta estatua es muy "masculina". Foto: REUTERS

Varios críticos opinaron que la imagen de Lady Di en esta estatua es muy “masculina”. Foto: REUTERS

Sooke se imaginaba una Diana mitológica y se encontró con tres chicos a sus pies, en una imagen puramente kitsch. “Hay un ligero ambiente soviético en el grupo. Madres del mundo, únanse”, escribió.

“Un gran número de sus queridos fans simplemente querían una estatua de su heroína buena y pasada de moda. Y es exactamente eso lo que tuvieron”, concluyó.

“Santuario sin vida”

Jonathan Jones,el critico del diario socialdemócrata The Guardian, describió la estatua “como un santuario sin vida”.

“La estatua de Diana de Ian Rank-Broadley, encargada por sus hijos, se mantuvo en secreto hasta su inauguración, como si pudiera ser tremendamente provocativa”, escribió.

El monumento a la princesa Diana se inauguró el jueves, y desde el viernes puede ser visitado abiertamente. Foto: REUTERS

El monumento a la princesa Diana se inauguró el jueves, y desde el viernes puede ser visitado abiertamente. Foto: REUTERS

Instalada en el Sunken Garden, que era su lugar favorito en el palacio, el jardín fue rehecho para la ocasión con las flores favoritas de la princesa.

“En cambio, ha dejado que todo transcurra de una manera diferente. El sentimiento derrocha a través de los macizos de flores, como un lamento incontrolado de patetismo artísticamente absurdo”, señaló el crítico de The Guardian.

“Una Diana más grande que la vida, que se para en una pose incómoda, rígida y sin vida y tiene un rostro que es más varonil de lo que recuerdo, modelado aparentemente con manos enguantadas y sin una foto para consultar, protege a dos niños en sus brazos mientras un tercero acecha detrás. Esta escultura nos invita a ver a Diana como una María moderna, ¿y dicen que no quieren que sea un santuario?”, se pregunta ácidamente Jones.

Según él, “es una imagen religiosa que juega descaradamente a la altura de los aspectos más sensibleros del culto a Diana. Ella merece ser recordada. Pero, ¿necesita convertirse en una colosal protectora divina de todos los niños?”, se pregunta.

“Si así es como Harry y William piensan de ella, eso depende de ellos. Pero esto parece el arte de una nueva religión. Porque el escudo materno se hace eco descaradamente de una de las más grandes imágenes de la Virgen María en el arte cristiano, de Piero della Francesca, de la santa madre protegiendo a toda una comunidad bajo su manto”, agrega.

Habitantes de Londres con carteles en homenaje a Diana Spencer, frente al monumento en su homenaje. Foto: AP

Habitantes de Londres con carteles en homenaje a Diana Spencer, frente al monumento en su homenaje. Foto: AP

“Incluso sin esa alusión específica, la imagen de la madre y el niño ha sido un pilar católico durante más de un milenio y antes de lo que aparecía en el arte religioso egipcio. Entonces, esta escultura nos invita a ver a Diana como una María moderna, o incluso a Isis con su hijo Horus. ¿Y dicen que no quieren que sea un santuario?”, concluye.

Rachel Campbell-Johnston, la crítica de de The Times, recordó que no hay uniformes formales, sombreros elaborados o caballos encabritados.

“La nueva estatua de Diana tiene un aura devocional. Quizás esto es precisamente lo que querría un público más amplio que adoraba a la princesa, lo que a su vez puede ser precisamente la razón por la que esta estatua es, estéticamente hablando, tan horrible”, escribió.

“Una mujer que, en su vida, hizo mucho para cambiar la forma en que el mundo pensaba merece algo mucho más sorprendente. El escultor elegido ciertamente debería haber sido una mujer”, concluyó.

“La princesa Diana se merecía algo mucho mayor”, sugirió, al remarcar el segundo plano de la princesa en el jardín florido.

Una fila en el jardín del Palacio de Kensignton, este viernes, para ver la estatua en homenaje a la princesa Diana. Foto: AP

Una fila en el jardín del Palacio de Kensignton, este viernes, para ver la estatua en homenaje a la princesa Diana. Foto: AP

La versión del escultor

La estatua de bronce, que es de tamaño natural, se basa en el período final de la vida de la princesa, cuando “ganó confianza” en su papel humanitario.

El estilo de vestir está inspirado en sus últimos años y pretende transmitir su carácter y compasión. La figura está rodeada de tres niños que representan “la universalidad y el impacto generacional” de su obra.

“Creo que sentimos que si la princesa se paraba sola de manera solitaria, podría parecer aislada”, dijo Ian Rank-Broadley, su escultor.

Si bien el artista, con sede en Gloucestershire, insistió en que la estatua no se basó en ninguna fotografía específica, el atuendo de la princesa es notablemente similar a la falda con cinturón y la blusa que usó en una imagen de su tarjeta de Navidad de 1993.

Fue la primera tarjeta que lanzó después de separarse del Príncipe de Gales, y en ella fue fotografiada junto a sus hijos pequeños.

La forma en que se representa a la princesa, con sus brazos envueltos protectoramente alrededor de los niños, recuerda muchas imágenes.

Una de ellas se parece a una niña de 13 años llamada Sandra Tigica, a quien la princesa conoció en Angola en enero de 1997, solo unos meses antes de morir.

Otro de los niños podría haberse inspirado en un chico con el que posó junto a ella en Bosnia, luego de haber destacado la devastación causada por las minas terrestres. Fue penas tres semanas antes de la muerte de la princesa, el 31 de agosto de ese año, en París.

Debajo de la estatua hay un pedestal grabado con el nombre de Diana, la fecha y los nombres de sus hijos.

Las cinco líneas, enmendadas para reflejar el género de la princesa, también fueron elegidas para aparecer en el programa de su funeral.

El poema fue originalmente atribuido erróneamente a Albert Schweitzer, el filósofo alsaciano-alemán, por el Palacio de Kensington ayer. Pero el autor es más comúnmente considerado anónimo.

Cuando un político republicano lo recitó en la Cámara de Representantes en 1944, lo calificó como obra de “un poeta cuyo nombre se ha perdido en el anonimato aunque sus palabras han alcanzado la inmortalidad”.

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