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Identifican cientos de variedades de medusas

Se realiza con sondas moleculares que están revelando la verdadera variedad de esta especie.

La enormidad del mar global ha hecho que, a lo largo de los años de exploración, las valoraciones de los principales habitantes se parezcan más a bocetos que a retratos detallados.

Ahora los científicos han ideado una forma precisa de detectar una de las criaturas más exóticas del océano.

Las estimaciones de su abundancia mundial, dicen, probablemente se dispararán.

Un ctenóforo del género Pleurobrachia. Foto Shannon Johnson

Un ctenóforo del género Pleurobrachia. Foto Shannon Johnson

Los organismos se conocen como ctenóforos.

Aunque superficialmente se parecen a las medusas, no tienen aguijones ni las habituales pulsaciones y ritmos corporales que las impulsan.

En su lugar, lo que los mueve por el agua de mar son hileras pulsantes de cilios plumosos.

Estos diminutos haces de pelos se asemejan a los dientes de un peine, lo que da a estas criaturas su otro nombre: medusas peine.

Las ondulaciones de los cilios permiten que las criaturas se deslicen hacia delante para barrer presas y partículas.

El tamaño de los adultos oscila entre unos pocos centímetros y unos pocos metros. 

Lampocteis, un género de medusa peine que el muestreo de ADN ambiental ayudó revelar. Foto Steven Haddock.

Lampocteis, un género de medusa peine que el muestreo de ADN ambiental ayudó revelar. Foto Steven Haddock.

Los ctenóforos viven en todos los océanos del mundo, desde el abismo hasta la zona iluminada por el sol.

Se han identificado unas 200 especies.

La mayoría son bioluminiscentes.

Normalmente, los colores de sus luces son azulados o verdosos, a menudo brillantes o iridiscentes.

Cuatro científicos han presentado una nueva forma de identificar a los ctenóforos en un artículo que se publicó en línea el mes pasado y que pronto aparecerá en la revista mensual Molecular Ecology Resources.

Otro tipo conocido como Bolinopsis. Foto Shannon Johnson.

Otro tipo conocido como Bolinopsis. Foto Shannon Johnson.

Steven H.D. Haddock, coautor del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey, en California, dijo que el equipo trabajó en el problema durante unos cinco años y se basó en una amplia gama de especímenes reunidos durante décadas.

Afirmó que el avance aportará una “precisión muy necesaria” para los biólogos que buscan conocer las verdaderas dimensiones de la vida oceánica.

Si se utiliza de forma generalizada, Haddock dijo que el método podría hacer que el número de especies conocidas de ctenóforos pasara de 200 a unas 600 y posiblemente hasta 800.

“Es como la toma de huellas dactilares”, dijo Haddock sobre la técnica en una entrevista.

“Es una de las próximas grandes cosas para evaluar quién vive en el océano”.

El nuevo método aplica un nuevo y potente medio de identificación animal al mundo de la investigación de los ctenóforos.

Se conoce como muestreo de ADN ambiental.

En lugar de observar o analizar directamente un organismo, recoge y analiza fragmentos de ADN que todas las criaturas desprenden en su entorno.

A partir de náufragos como el pelo, la piel y el moco, los científicos comparan las muestras ambientales de código genético con bibliotecas de ADN, buscando coincidencias e identificaciones.

El procedimiento ya se ha utilizado para otras identificaciones.

Por ejemplo, ha ayudado a revelar la presencia oculta de organismos en peligro crítico de extinción, entre ellos un insecto acuático conocido como la escasa mosca de la sal amarilla.

Los investigadores también lo utilizaron para demostrar que el famoso Lago Ness de Escocia estaba lleno de ADN de anguila más que de algo monstruoso.

Pero antes de que estas herramientas analíticas pudieran aplicarse a los ctenóforos, se necesitaban avances.

El equipo de Haddock diseñó una batería de nuevas sondas moleculares que permitieron realizar interrogatorios de ADN más profundos.

“Es como poder leer un nuevo idioma“, dijo.

En una serie de pruebas, los resultados les permitieron identificar 72 especies de ctenóforos a través de sus firmas genéticas, unas cinco veces más de las que se habían registrado en bases de datos anteriores y en el GenBank, una biblioteca de códigos genéticos de miles de organismos que mantienen los Institutos Nacionales de Salud.

Según los científicos, estas herramientas precisas permitirán a los investigadores examinar con nueva precisión las secuencias de ADN que recuperan en la naturaleza y comprender mejor la verdadera diversidad de la vida marina.

Y eso, a su vez, ayudará a la conservación global, a la gestión de la pesca y a la evaluación de aspectos como el impacto del cambio climático en la biodiversidad oceánica.

“Los ctenóforos no se tienen en cuenta en los estudios de diversidad porque la mayoría son demasiado frágiles para tomar muestras con redes de arrastre”, explica Haddock.

“Con este estudio, intentamos superar eso y dar a la gente la oportunidad de apreciar lo especiales y diversas que son estas criaturas”.

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