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Inmunoterapia contra el cáncer: qué mejoras produjo y los desafíos por delante

Una revisión resume avances, obstáculos, estrategias de tratamiento prometedoras y perspectivas a futuro.

La pandemia de Covid-19 puso al sistema inmunológico en boca de todos y masivizó el conocimiento sobre cómo actúan las vacunas al “presentarle” información que le servirá para defenderse del virus. Ya no como estrategia de prevención, sino de tratamiento, la inmunoterapia también viene poniendo desde hace años al sistema inmunitario en el centro de la escena del abordaje del cáncer.

Es que lo que hizo la inmunoterapia fue introducir un nuevo concepto: a diferencia de los tratamientos convencionales (como la quimioterapia o la radioterapia), no ataca directamente al tumor, sino que le brinda herramientas al sistema inmunológico para que pueda defenderse.

“Existen diferentes tipos de inmunoterapia, hay estimuladores e inhibidores, pero en líneas generales lo que hacen es enseñarle o marcarle a los linfocitos T citotóxicos, que son los encargados de destruir la célula tumoral, quién es el ‘enemigo’ y a actuar contra él en forma directa”, explica a Clarín Diego Kaen, miembro de la Asociación Argentina de Oncología Clínica (AAOC).

Los beneficios, añade el oncólogo, se ven en la disminución del tamaño del tumor y en la generación de memoria inmunológica. Asimismo, destaca que se trata de tratamientos con un perfil de toxicidad menor que los convencionales y de fácil administración.

En la última década ha habido grandes avances en el campo de la inmunoterapia que se traducen en más (y mejores) años de vida para personas con diferentes tipos de cáncer, pero todavía quedan muchos desafíos por delante.

Los logros obtenidos hasta el momento, los obstáculos que enfrenta y los perspectivas futuras fueron resumidas por un equipo de investigadores del Primer Hospital de la Universidad de Jilin (China) en un artículo publicado recientemente en Chinese Medical Journal.

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La punta del iceberg

El español Josep Tabernero, referente internacional en oncología, decía en una entrevista con Clarín en 2017 que apenas estábamos viendo la punta del iceberg de la revolución que la inmunoterapia produciría en el abordaje del cáncer.

Cuatro años después y con un Nobel mediante (los “padres” de la inmunoterapia el estadounidense James P. Allison y el japonés Tasuku Honjo, recibieron el de Medicina en 2018), la imagen del iceberg mantiene vigencia a la luz de la revisión realizada en el artículo “Una nueva era de la inmunoterapia contra el cáncer: avances y desafíos”.

“La inmunoterapia se ha convertido en una terapia validada, crucial y prometedora para el tratamiento de pacientes con cáncer y ha revolucionado las perspectivas para el diagnóstico y tratamiento de tumores malignos. De hecho, un número creciente de pacientes ha logrado beneficios clínicos significativos y duraderos”, destacan los investigadores dirigidos por Dr. Jiu-Wei Cui.

“Sin embargo -añaden-, a pesar de estas impresionantes ventajas terapéuticas, el campo de investigación aún enfrenta muchos desafíos para perseguir el objetivo social más amplio de ‘curar el cáncer'”.

En 2018, los "padres" de la inmunoterapia, James P. Allison y el japonés Tasuku Honjo recibieron el Nobel de Medicina. Archivo AP

En 2018, los “padres” de la inmunoterapia, James P. Allison y el japonés Tasuku Honjo recibieron el Nobel de Medicina. Archivo AP

Cuellos de botella

Sin negar su potencial, apuntan que la inmunoterapia todavía tiene muchos obstáculos que sortear, ya que la eficacia de los tratamientos “sigue siendo limitada y muy variable”.

Es que la misma inmunoterapia que funciona en un paciente puede no dar resultados en otro. Y en aquel que sí da resultados puede dejar de ser efectiva (“por lo general terminan desarrollando resistencia de formas que aún no comprendemos por completo”).

En la actualidad, los mejores resultados se están viendo en cáncer de pulmón, de piel (melanoma) y de riñón.

“Nos falta conocer más a ciencia cierta qué paciente se beneficiará y cuál no. Tenemos algunos datos pero todavía eso no está tan claro. Vemos que hay un grupo que sobrevive largo tiempo e incluso algunos logra remisiones completas. El problema que tenemos es que no lo podemos identificar previamente”, sostiene Kaen, director del área de investigación clínica del Centro Oncológico Riojano Integral.

Sobre ese aspecto, explican los investigadores chinos: “Los tumores son complejos, adaptativos y heterogéneos, y el microambiente inmunológico tumoral tiene muchos factores de influencia internos y externos que aún no se conocen bien. Como consecuencia, todavía estamos lejos de dilucidar los mecanismos detrás de la resistencia de los tumores a la inmunoterapia”.

La comprensión limitada de los tumores y su microambiente es identificada en el artículo como uno de los principales cuellos de botella que enfrenta la inmunoterapia.

Comprender mejor la intrincada biología de los tumores ayudará a que cada vez más pacientes se beneficien (hoy solo lo hace uno de cada tres), permitirá saber de antemano quiénes lo harán y ayudará a encontrar estrategias en contra de la resistencia, sugieren los autores. La inteligencia artificial (a través del análisis de macrodatos y el aprendizaje automático) facilitará esa tarea, estiman.

“Afortunadamente, con el progreso acelerado de la tecnología, nuestra comprensión de la variabilidad tumoral entre pacientes se actualiza constantemente. Si pudiéramos establecer biomarcadores relevantes para estratificar a los pacientes en función de sus fenotipos tumorales, podríamos encontrar blancos terapéuticos adecuados y conocer con más detalle cada tipo de tumor”, dicen.

Enfoques combinados

Los inhibidores de puntos de control inmunitarios actúan levantando los frenos que el tumor le pone al sistema inmunológico para impedir que actúe.

Los autores de la revisión destacan que esas inmunoterapias ya se combinan con gran variedad -y lo harán más en el futuro- de otros medicamentos y métodos que van desde la quimioterapia hasta agonistas del sistema inmunológico, vacunas, fármacos antiangiogénicos e inmunoterapia celular.

“En la actualidad, la mayoría de los ensayos clínicos sobre inmunoterapia combinados con otros métodos de tratamiento aún están en curso, y todavía se están explorando combinaciones óptimas, tiempos y dosis de fármacos. Por lo tanto, no podemos saber exactamente qué esquema de tratamiento debe adoptarse para qué grupo de pacientes”, afirman.

Asimismo, recomiendan que en la práctica clínica “todos los pacientes lleven a cabo una secuenciación del genoma completo o del exoma completo para caracterizar todas sus mutaciones genéticas tanto como sea posible”, lo que permitirá definir la mejor estrategia de tratamiento. En Argentina, donde el acceso a métodos de diagnóstico y terapias avanzadas es dispar, parece una posibilidad lejana.

“Hay ciertos tumores (y grupos de pacientes) en los que la inmunoterapia sola funciona, pero también hay otros tipos, como los renales o algunos de pulmón, en los que la combinación con otras drogas ha demostrado mejorías en la sobrevida global”, precisa Diego Kaen. “No hay una regla todavía. Va a depender de qué paciente, de qué patología, de qué biomarcador y en qué cantidad esté presente.”

A futuro

El equipo dirigido por Jiu-Wei Cui considera que un objetivo importante será lograr una mayor precisión en la combinación de terapias. Para eso es necesario estratificar mejor a los pacientes según biomarcadores específicos que permitan “personalizar” en forma óptima el tratamiento.

“En el futuro, el estudio de la inmunoterapia continuará enfocándose en una estratificación más refinada, con el objetivo de determinar el tratamiento en términos de edad, estadio del tumor y número de líneas de tratamiento y biomarcadores, lo que permitirá individualizar las terapias en forma más precisa”, subrayan.

Y advierten que en el campo de la investigación clínica se deben adoptar otros tipos de diseños de ensayos clínicos.

Consideran que tanto los estudios “paraguas” (pacientes con un mismo tipo de cáncer se asignan a diferentes ramas de tratamiento contra sus mutaciones) como los de “canasta”(pacientes con distintos tipos de tumores que comparten una alteración molecular son tratados con el mismo fármaco dirigido contra ese blanco) podrían acelerar en gran medida el desarrollo y perfeccionamiento de los regímenes de combinación.

Eso, estiman, conduciría a protocolos más eficaces y a una mejor supervivencia.

Y concluyen que el desarrollo de nuevos fármacos (de la mano de la biotecnología, la nanotecnología) mejoras en las técnicas de administración también desempeñarán un papel clave para hacer que la inmunoterapia sea más efectiva.

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