Son más baratos y es fácil confundirlos en la góndola con los originales. Pero según expertos, no nutren igual. Qué revisar al comprar.
De la mano de la crisis y el avance de la pobreza un nuevo tipo de lácteos ganó terreno: los “rebajados” o “ultra low cost“. Productos baratos que se parecen a la leche, el yogur, el queso o la manteca. Pero no lo son, por no alcanzar el mínimo legal de materia prima como para ser llamados así. Y tampoco nutren igual.
Su precio –hasta 60% menor– llama la atención y, como en las góndolas aparecen entre medio de los lácteos tradicionales, resulta muy fácil confundirlos.
Tanto que muchos consumidores recién se enteran de lo que compraron al probar el producto y notarlo extraño: con sabor y textura diferentes, o como si estuviera aguado.
La letra chica del envase revela el motivo. Lo que lucía como leche común, saborizada o chocolatada en realidad es definido como una “bebida láctea” con leche. Y lo que parecía ser yogur bebible no incluye esa palabra: figura sólo como un “alimento lácteo” o una “bebida láctea fermentada”.
Productos que de lejos parecen leche, pero no son: surgieron en los últimos años bajo el nombre de “bebidas lácteas”.
La familia de réplicas, diversa y ampliada
De igual modo, según relevó Clarín, hay actualmente varios productos que destacan la palabra “rallado“, pero no son queso sino un “aderezo” con queso.
También proliferaron artículos con tamaño, forma y color de manteca que no son manteca: sus envases sólo dicen “producto untable“.
La misma tendencia ya había dado a luz a un “producto para batir y cocinar” parecido a la crema, pero hecho a base de crema. Y réplicas del dulce de leche presentadas como “pasta dulce” con sabor a dulce de leche o como “alimento untable a base de leche y azúcar”.
Hay sachets que se parecen a los de yogur y que se ofrecen en el súper entre yogures, pero son otra cosa: “alimento lácteo”.
“En Argentina se registra no sólo una disminución del consumo del lácteos, sino también una primarización. Por la fuerte caída del poder adquisitivo, lo que hoy se consume es de menor valor agregado”, contextualiza Jorge Giraudo, experto en lechería y director del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA).
“En el último tiempo hasta las grandes empresas del sector comenzaron a sumar estos productos más económicos, porque la demanda de los tradicionales se derrumbó, tienen altos costos fijos por cubrir y necesitan ofrecer algo que el consumidor actual pueda comprar“, explica.
Ahora venden “productos untables” que parecen manteca, pero que incluyen aceite para que cuesten menos.
Los otros ingredientes de los lácteos “rebajados”
Ahora bien, ¿qué les agregan a estos lácteos para abaratarlos? ¿Con qué los “rebajan” para poder venderlos tanto más baratos?
“Los similares a la leche -responde Giraudo- contienen en general materias primas de menor calidad, más azúcar y bastante suero líquido, que surge del sobrante del proceso de elaboración de los quesos. Tienen leche, pero obviamente no alimentan igual que la leche.”
Cuando en 2019 estos productos empezaron a traer polémica, la ANMAT, el organismo que controla los alimentos, aclaró que el Código Alimentario admite la venta de “bebidas lácteas” hechas “a partir de la leche y/o leches reconstituidas y/o leches fermentadas y/u otros derivados de origen lácteo”, pero sólo si al menos el 51% de su contenido es de origen lácteo.
La ANMAT explicó también que si tienen al menos un 51% de leche pueden ser llamados “bebida de leche” o “bebida a base de leche“. Pero los envases no deben sugerir que es leche y tienen que decir “no es sustituto de la leche”.
Un producto que de lejos parece yogur, según relevó Clarín, dice por ejemplo que es un “alimento lácteo a base de suero de leche, leche entera y azúcar“. El envase de un kilo se vende a $ 84, frente a los $ 170 o $ 190 de un yogur de marca líder.
Mezclas con harina, aceite y agua para abaratar
Parece queso rallado, pero en realidad es un “aderezo” con otros ingredientes.
En los “rallados” el queso sardo o reggianito se combina con sémola (harina gruesa) y almidón: logran así un aderezo posible de vender a $ 47 el sobrecito de 40 gramos, contra $ 80, $ 90 o más de un queso rallado de igual tamaño.
¿Con qué hacen el “untable” símil manteca? La crema de leche se mezcla con aceite, y así un pan de 200 gramos cuesta $ 106, $ 119 o $158, contra $ 223 de una manteca líder.
En los “untables” que se mimetizan con el dulce de leche, además de leche y azúcar aparecen ingredientes como “sólidos lácteos”, agua, almidón, grasa bovina refinada, agar-agar y colorantes.
Menos calcio y proteínas, la advertencia de los nutricionistas
Expertos en nutrición miran el fenómeno con preocupación y ponen el foco en la leche y el yogur, por ser dos alimentos esenciales cuyo consumo en el país ya era insuficiente. Si ahora encima avanzan versiones “rebajadas”, plantean, el déficit de nutrientes puede agravarse.
“Históricamente estos ‘análogos‘ de la leche no existían y la ‘bebida láctea’ por excelencia era la leche chocolatada, un producto bueno”, recuerda Sergio Britos, el director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA).
Y sigue: “Pero la crisis económica hizo aparecer estos homólogos, que son de bastante heterogénea calidad y que le exigen mucho esfuerzo de comparación al consumidor. Son más económicos que la leche, pero con un diferencial en la composición nutricional. Muchos por ejemplo tienen menos proteínas“.
Los ingredientes de una “bebida láctea fermentada” que es fácil de confundir con el yogur.
Según comparó Clarín, hay “bebidas lácteas” símil leche que por cada 100 ml aportan 1,3 gramo de proteínas, contra 3 g de la leche: un tercio. De calcio tienen 85 mg, frente a 115 mg del producto original: un 25% menos. E incluyen menos vitaminas. Pero de carbohidratos tienen 33% más que la leche: 6 g en vez de 4,5.
“Aunque el producto esté hecho a base de leche, no lo es. Entonces, no le podemos pedir lo mismo. Como alimento, no sirve“, sentencia Silvio Schraier, médico especialista en nutrición y vicedirector de la carrera de Especialistas en Nutrición de la Fundación Barceló.
“La leche -explica- es insuperable como fuente de calcio para los seres humanos porque tiene la relación ideal entre calcio y fósforo. Si a esa leche la concentran y luego no la reconstituyen en la proporción correcta, la relación se altera. Y la proteína se rebaja. Con lo cual, ya ninguna de las dos cosas nos sirven.”
Según Schraier, el menor aporte de proteínas puede llegar a compensarse, por ejemplo, comiendo más huevo. “Pero con el calcio, perdiste“, opone. Los posibles efectos de largo plazo de que ese nutriente falte incluyen desde problemas de crecimiento en los chicos hasta osteoporosis en la adultez.
Consejos prácticos para elegir en la góndola
Lo que suma confusión es que también existen “bebidas lácteas” muy completas, con aportes incluso mayores que los de la leche.
“Todo depende del perfil nutricional. Una bebida láctea puede ser mejor o peor dependiendo del contenido de proteínas, del contenido y el tipo de grasa, del agregado de nutrientes de fortificación y otras variables”, matiza Britos. ¿Cómo saber, entonces, qué conviene comprar y qué no?
La leche y el yogur hoy aparecen en la góndola junto a “bebidas lácteas” alternativas de muy diversa calidad, y es clave saber elegir.
El nutricionista sugiere mirar la tabla nutricional de cada producto y guiarse por este criterio: una “bebida láctea”, cada 100 cc, debería aportar al menos 2 g de proteínas y 100 mg de calcio, y no más de 11 o 12 g de carbohidratos.
“Si el producto alternativo está más o menos en esos valores y su precio es ‘sensiblemente’ menor, puede valer la pena; en caso contrario, siempre es mejor la leche“, define Britos.
Schraier, en tanto, aconseja mirar siempre en la letra chica de los envases el nombre del producto: “Si querías leche, lo que lleves tiene que decir ‘leche’. Si querías yogur, debe decir ‘yogur’. Si dice ‘alimento’, ‘bebida’ u otra cosa, no lo compres sin consultar antes a tu médico o nutricionista”.
Los derechos del consumidor frente a los lácteos “rebajados”: opciones sí, engaño no
Las empresas tienen derecho a vender los “lácteos similares”, siempre y cuando cumplan con lo que manda el Código Alimentario sobre su composición y el modo correcto de definir cada producto.
Pero los consumidores, a su vez, tienen derecho a no ser engañados al comprar. Así lo advierte Jorge Surin, abogado especialista en publicidad engañosa y profesor titular de Derechos del Consumidor en la Universidad de Belgrano.
Muchos restaurantes, en vez de queso rallado, ahora entregan aderezos con almidón.
Por la ley nacional 24.240, según este experto, los autoservicios, dietéticas, súper e hipermercados deben brindar información clara, adecuada y suficiente sobre estos productos.
Además, recuerda, el DNU 274/2019 prohíbe realizar “cualquier clase de presentación, de publicidad o propaganda que mediante inexactitudes u ocultamientos pueda inducir a error, engaño o confusión” sobre las características, propiedades, origen, calidad, pureza y otros aspectos de los productos.
“Si se exhibe en góndola o se publicita en web un producto untable con forma y rotulado muy similar a una manteca, el comercio no podrá incluir el nombre ‘manteca’, ya que no es manteca. Lo mismo pasa con los alimentos bebibles con sabor a fruta, que no son yogures bebibles. O con las bebidas a base de almendra, que no son leche de almendra”, ejemplifica Surin.
“Lo importante es que la denominación que autoriza la ANMAT sea la que efectivamente se incluya en el producto y que la imagen en el rotulado no confunda a los consumidores. De lo contrario, teniendo en cuenta que los comercios ‘juntan’ a estos alimentos con los originales y que son más económicos, el combo de engaños sería tremendo”, cerró.