Según la Policía, José Alejandro Cáceres (47) fue baleado por su amigo, Alejandro Darío Maldonado (42), a quien conocía desde la infancia.
Cuando le informaron que a su papá lo había matado su propio amigo, ese a quien conocía desde la infancia y con quien solía jugar a las cartas, se partió en dos. Lo intentó, pero no pudo evitar el fatal desenlace. El agresor no estaba en sus cabales. Ante la incredulidad de la noticia, que recibió por parte de un funcionario acompañado de una psicóloga de las fuerzas especiales, exigió ver el cuerpo. Yago Cáceres (23) estaba desconsolado.
Víctima del descontrolado delirio de su amigo, José Alejandro Cáceres (47) permaneció cautivo entre las cuatro paredes de la habitación de una casa ubicada en el centro de un perímetro de seguridad. Diez horas de terror mantuvieron en vilo a los vecinos de la calle Tres de Febrero al 3964 de Villa Pineral, en Caseros.
La violenta secuencia comenzó con una discusión familiar. Alejandro Darío Maldonado (42) tomó del cuello de su mujer, Paula Russo (38), e intentó ahorcarla con un cable. En medio de estruendos, la tensión creció durante toda la madrugada.
Alejandro Darío Maldonado, de 42 años, murió baleado por la Policía en Caseros.
Maldonado estaba armado con una escopeta y un arma corta, además de centenares de proyectiles. Los familiares de ambas partes compartieron la tensa espera en las inmediaciones de la casa del terror. José apreciaba a Alejandro por la amistad que los unía, pero le temía a su locura.
Con la convicción y la ilusión de rescatar a su papá, Yago ingresó en la vivienda y logró salvar a Paula. Pero, no pudo ayudar a que José escapara. “Si mi amigo se va, me suicido”, le habría dicho Maldonado.
Sin éxito, Cáceres intentó calmarlo y acompañarlo. Maldonado lo retuvo y se atrincheró, tomando a su amigo como rehén. Luego, un primer disparo que rozó la espalda del joven de 23 años. Al instante, un segundo tiro. La Policía presume que fue la bala que terminó con la vida de Cáceres.
El fiscal de Instrucción 3 de San Martín, Carlos Insaurralde, ordenó la intervención del grupo táctico de la Policía bonaerense cuya irrupción, tras romper una pared y atravesar las llamas de un incendio generado por el victimario, marcó el punto de ebullición. Tras varias horas de confusión: el agresor y su rehén, terminaron muertos. Y cuatro policías heridos.
La víctima del secuestro había fallecido desde varias horas antes de la llegada del Grupo Halcón, cerca de las 9.30, según certificó la Policía Científica en la escena del crimen. Incluso, ya les había llamado la atención que no diera signos de vida durante la noche ni que se escuchara toser a una segunda persona cuando se arrojó gas dentro de la propiedad para reducir al sospechoso.
“Murió por salvarte a vos”, le dijo Ana a su hijo Yago mientras lo abrazaba y los dos se ahogaban en llanto. A José Cáceres lo apodaban “Jesús” porque era flaco y tenía el pelo largo. Papá del joven y de otra chica de 19 años, hacía trabajos de albañilería y changas de electricidad junto a un amigo que presenció la toma de rehenes desde el exterior de la propiedad.