Son el residuo más abundante en la vía pública y se estima que una sola de ella mal desechada puede contaminar hasta mil litros de agua. En diálogo con Infobae, Máximo Mazzocco, fundador de la Asociación Civil Eco House Global y Youth Leader de la ONU, reveló información alarmante
El consumo de tabaco -en cualquiera de sus formas, desde pipa hasta cigarrillo electrónico- puede ser dañino para la salud humana. Pero ahora también hay pruebas de que la producción y el consumo de tabaco perjudican a los ecosistemas del planeta. Según un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se difundió en el marco del Día Mundial Sin Tabaco, el tabaco altera la salud de los ambientes dramáticamente. Es por eso que pidió que se tomen medidas para que la industria tabacalera sea más responsable ante la destrucción que está causando.
“El tabaco mata a más de 8 millones de personas cada año y destruye nuestro ambiente, perjudicando aún más la salud humana, a través del cultivo, la producción, la distribución, el consumo y los residuos postconsumo”, afirmó el informe de la agencia sanitaria de Naciones Unidas.
Ahora, tras dos años de trabajo, la organización sin fines de lucro de Acción para la Sostenibilidad, Eco House Global (EHG), presentó el “Informe General sobre Colillas de Cigarrillos” sobre el impacto socioambiental de estos residuos. Según los resultados de la investigación, las colillas de cigarrillo son el residuo más abundante de la vía pública en el planeta: se estima que los fumadores desechan entre 4.5 y 5.6 billones de colillas al año en el mundo, lo que equivale a unas 18.000 millones de colillas por día, aproximadamente.
Cada componente de una colilla -ceniza, tabaco no quemado, filtro y papel- puede contener diferentes sustancias químicas que son liberadas al ambiente con el correr del tiempo, lo que la convierte en un residuo peligroso. Además, el humo de tabaco contiene unos 7.000 componentes, de los cuales casi 70 son sustancias cancerígenas, tales como arsénico, benceno, berilio, 1,3-butadieno, cadmio, cromo, óxido de etileno, níquel y cloruro de vinilo. Todas estas sustancias son absorbidas por el filtro y pueden permanecer en la colilla.
“¿Cómo es posible que exista un producto masivo, de venta libre, altamente contaminante para el agua, el suelo, el aire, la humanidad y la biodiversidad, cuyo residuo es arrojado consciente e inconscientemente en espacios públicos más de cuatro billones de veces, aproximadamente, por año? A partir de una simple colilla de cigarrillo, podemos hablar del mundo y de la profunda crisis socioecológica en la que estamos”, expresó Máximo Mazzocco, fundador de ECH, especialista en gestión ambiental, cambio climático, filosofía y administración de empresas, Youth Leader de la ONU y Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires.
En cuanto a los tiempos de degradación, si bien los estudios arrojan distintos resultados, las colillas de acetato de celulosa permanecen al menos 14 años en el ambiente y, mientras se degradan, pueden contaminar el entorno, ya que siguen manteniendo su carga tóxica. Según una encuesta de EHG realizada entre 2017 y 2020 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, a más de 10.000 fumadores para la campaña #OjoConLaColilla, más del 70% de los entrevistados arroja la colilla al piso en un acto automático.
Esto ocurre tanto en espacios públicos urbanos -calles, veredas y plazas-, como en ambientes naturales. Muchas de estas colillas son arrastradas a los desagües por el viento o las lluvias y así llegan hasta los arroyos, ríos y océanos. De esta manera, la generación de este residuo que contiene productos químicos y metales pesados representa, sin dudas, una amenaza para las personas, los animales y las plantas.
Cuando las colillas se degradan en un medio terrestre, pueden reducir la fertilidad del suelo y afectar la flora y fauna del lugar. Cuando esto sucede en un medio acuático, una sola colilla puede contaminar hasta 1000 litros de agua, perjudicando a todos los organismos que de ella dependen. A su vez, las colillas pueden emitir al aire sustancias volátiles como la nicotina, la piridina y el benceno.
La mala costumbre de arrojar las colillas en la vía pública provoca también la contaminación de espacios públicos y de recreación, y expone tanto a animales y seres humanos -especialmente niños y niñas- al riesgo de ingesta. Las sustancias peligrosas presentes en las colillas pueden también ingresar al cuerpo de forma indirecta a través de la cadena alimentaria y provocar efectos adversos en la salud. Según datos de esta organización, “incluso si se desechan adecuadamente, las colillas de cigarrillos son residuos sólidos tóxicos que requieren una gestión diferenciada”.
En diálogo con este medio, Mazzocco aseguró: “El impacto que tiene en la biodiversidad y en la cadena trófica la contaminación por colilla de cigarrillo pone en jaque el correcto funcionamiento de un ecosistema. La colilla es un ejemplo, un símbolo, tanto de la pequeña acción como de la grande. Si queremos realmente combatir este problema no solamente se requiere una educación sustancial y transversal, sino que la industria tabacalera debe hacerse cargo”.
Aunque el consumo de tabaco representa uno de los principales factores de riesgo de muerte prematura, el 22% de la población adulta de Argentina es fumadora. Durante el 2015, el cigarrillo fue responsable de 44.851 muertes en el país y el costo de tratar los problemas de salud atribuibles al tabaquismo representó el 7,5% del gasto total en salud, monto que no llegó a ser cubierto por los fondos recaudados a través de los impuestos al tabaco.
Según detalla el informe, “al día de hoy, la industria tabacalera no tiene un rol específico en la gestión de este residuo, sino que, únicamente, desarrolla iniciativas de Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Estas acciones han sido calificadas fundamentalmente como estrategias de marketing y greenwashing, ya que es contradictorio buscar una acción a favor del bien social dentro de una industria que atenta contra él”.
Por este motivo, los investigadores advierten que “es importante trabajar en la implementación de normativas de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) que trasladen a la industria tabacalera la responsabilidad de los impactos que tienen sus productos a lo largo de todo su ciclo de vida”. “Esto ubicaría al ambiente y la sociedad como prioridad, obligando a todos los actores involucrados en la cadena productiva y comercial a hacer un análisis minucioso del impacto de sus actividades y a pensar en acciones correctivas de mitigación y gestión”, resaltan.
“Nuestro objetivo es generar conciencia y proveer herramientas, tanto colectivas como individuales, para reducir las consecuencias negativas de la incorrecta gestión de las colillas. En pocos días estaremos presentando una Ley Nacional de Responsabilidad Extendida del Productor para que la industria tabacalera deba ocuparse de este gravísimo problema que generan sus productos”, agregó Mazzocco.
En términos de acción individual, para el experto, “cada persona puede tomar un rol activo y transformarse en un agente del cambio transmitiendo sus conocimientos y experiencias a otras personas. Para eso, el primer paso y más importante es informarse sobre el problema de las colillas. Otras alternativas de acción son: formar parte de campañas de activismo, realizar encuestas y cuestionarios, capacitar a otras personas a través de charlas o con información en redes sociales, organizar limpiezas y recolecciones de colillas para disponerlas correctamente, entre otras. Por último, sumarse a la campaña #OjoConLaColilla es una forma de aprender sobre los impactos asociados a la incorrecta gestión de colillas de cigarrillo, informar a otras personas, activar políticamente e involucrarse para combatir este problema”.
Asimismo, existen diversas experiencias de gestión y tratamiento de colillas en Argentina y el mundo que apuntan a reducir su toxicidad y su impacto en el ambiente. Esto incluye proyectos de reutilización, reciclaje, termodestrucción y biorremediación. Todos estos procesos conllevan el uso de recursos y potenciales impactos socioambientales negativos relacionados, principalmente, a los tóxicos que pueden liberarse al ambiente.
Es por ello que se requiere de una mayor investigación sobre estos métodos de gestión de colillas de forma que los organismos competentes establezcan criterios mínimos comunes y estándares de calidad para el tratamiento y el control de los posibles lixiviados tóxicos asociados. “Solamente con información clara, confiable y accesible, los municipios, las provincias y las naciones podrán tomar decisiones conscientes para solucionar este problema global. No hay tiempo que perder”, concluyeron los investigadores en su informe.