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Qué pasa en el cerebro cuando se sufre de miedos difusos y ansiedad

Es una reacción de temor sin una causa clara para quien la padece.

Pregunta: Tengo 31 años y sufro de angustia y miedos que no me dejan hacer mi vida normal. A pesar de que me psicoanalizo y me hace mucho bien, llegado un punto no puedo pensar ni superarlo. ¿Hay alguna explicación posible? Darío del Mar, Avellaneda.

En los animales el miedo tiene una función adaptativa que está al servicio de proteger de los peligros y lo mismo ocurre en el ser humano. Sin embargo, en aquellos que sufren de ansiedad y de miedo estas vivencias no cumplen ninguna función útil sino por el contrario –además de sufrimiento– genera una limitación en su capacidad de funcionar en la vida cotidiana.

Aunque existen miedos que son innatos, la mayoría de los miedos son fruto de diversas experiencias aprendidas, que fueron vivenciadas como peligrosas y así fueron archivadas en el banco de la memoria.

A partir de ahí se puede instalar un miedo difuso que produce ansiedad casi permanente aunque no se entienda ni tenga una causa clara para quien la padece.

La amígdala cerebral y el hipocampo son claves en la génesis de la ansiedad. / Archivo ClarínLa amígdala cerebral y el hipocampo son claves en la génesis de la ansiedad. / Archivo Clarín

Las regiones cerebrales claves

Hay dos regiones cerebrales claves en la génesis de la ansiedad: la amígdala cerebral y el hipocampo. La primera no es una simple “pieza” del cerebro (ninguna estructura del cerebro lo es) pero en la amígdala esto es aún más evidente, ya que se relaciona con la mayoría de las restantes estructuras cerebrales.

Participa y se vincula con una gran cantidad de fenómenos psicológicos y fisiológicos aunque una de sus funciones principales sea la adecuada gestión del miedo, pero sin dejar de mencionar su participación en el aprendizaje (con mucho miedo es difícil aprender), en la agresividad, en la regulación de la sexualidad, entre otras.

La otra estructura –el hipocampo– tiene una función clave en los recuerdos que no solo los almacena y consolida sino los activa o desactiva en función de las emociones predominantes. Tampoco es su única función ya que también participa en la forma en la que se perciben los tamaños de los objetos, la distancia y posición en las que están.

Aunque existen miedos que son innatos, la mayoría de los miedos son fruto de diversas experiencias aprendidas, que fueron vivenciadas como peligrosas y así fueron archivadas en el banco de la memoria.

Norberto Abdala, médico psiquiatra

Amígdala e hipocampo trabajan en equipo y de manera recíproca. La amígdala revisa toda información que llega al cerebro a través de los distintos sentidos a fin de detectar cualquier hecho que pueda poner en riesgo la supervivencia y una vez detectado el peligro, la amígdala orquesta rápidas respuestas para alejarnos de la amenaza. El hipocampo archiva estas reacciones en la memoria.

Pero estas funciones normales y adaptativas se pueden volver generalizadas y disfuncionales generando síntomas de ansiedad y pánico. Ello ocurre cuando las neuronas de la amígdala reaccionan en bloque y no de manera selectiva como debería ocurrir en condiciones de normalidad.

Gráficamente se podría decir que la angustia y el miedo frecuentes es una cuestión de la cantidad de neuronas que se alarman de manera conjunta y responden en masa.

En los trastornos de ansiedad, la amenaza de peligro contagia a las neuronas y todas se vuelven temerosas. / Archivo ClarínEn los trastornos de ansiedad, la amenaza de peligro contagia a las neuronas y todas se vuelven temerosas. / Archivo Clarín

En la normalidad solo un determinado número de neuronas son las que reaccionan ante un peligro. En los trastornos de ansiedad, por el contrario, la amenaza contagia a las restantes neuronas, todas se vuelven “temerosas” y responden de manera alarmante aun a situaciones inofensivas.

Se debe subrayar que las situaciones que se sienten amenazadoras no solo provienen del mundo externo sino que pueden provenir de fantasías, recuerdos o pensamientos, los cuales se transforman en enemigos interiores y de ahí su difícil manejo, ya que la angustia o el miedo impiden pensar con claridad.

La finalidad de un tratamiento es recomponer el normal funcionamiento de la amígdala y del hipocampo.

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