En el albertismo creen que habrá críticas de la vice pero sostienen que ya no causan el mismo daño que hace unos meses.
En la Casa Rosada son varios los que descuentan que Cristina Kirchner volverá a embestir este viernes por la tarde, en su reaparición en Pilar, contra la gestión de Alberto Fernández. A esa hora, el Presidente tiene planificada una actividad oficial en Santa Fe luego de haber entregado viviendas en Monte Grande. Algunos colaboradores del mandatario, en la previa, señalaban que las diatribas de la vicepresidenta no causan el mismo daño que hace unos meses. Otros insistían en que Fernández no busca provocar a su socia política con sus decisiones y su obstinación por no cambiar las reglas electorales. “Para nosotros es fundamental la unidad”, señalan. La pregunta es si para la ex mandataria también.
La reaparición de la vicepresidenta tras el intento de atentado volverá a ensombrecer -casi con seguridad- una gira internacional del Presidente. A esta altura, es parte del equipaje con el que Fernández carga cada vez que se sube a un avión. La siguiente reaparición de CFK, para celebrar el Día de la Militancia, el 17 de noviembre, en La Plata, obligó al Presidente a apurar el regreso de su inminente gira a París y a la Cumbre del G-20 en Indonesia, para poder estar en Buenos Aires, un año después de que anunciara que desde las candidaturas para el “último concejal hasta el Presidente” se definiría a través de las PASO que ahora el cristinismo quiere derogar. Los encargados de la logística presidencial aún no están seguros de que podrán complacer a Fernández.
Todas las peleas de Cristina y Alberto
Los antecedentes de intervenciones públicas de la vice en la previa de un viaje del jefe de Estado se remontan a los primeros días de mayo, cuando CFK irrumpió en Resistencia y alteró la agenda de Fernández en Europa. Durante 90 minutos de exposición, la dos veces presidenta nunca mencionó al jefe de Estado pero fue lapidaria. “El día del censo se cumplen tres años desde que tomé la decisión de elegir al Presidente. Si hubiera elegido al presidente del Frente Renovador (Sergio Massa); una fuerza con gobernadores; a Emilio Pérsico, de los movimientos sociales; a Héctor Daer, de la CGT; podríamos hablar de una una disputa poder. Elegí a una persona, que hoy es Presidente, que no representaba a ninguna fuerza política de las que conformaba el Frente y además me había criticado”, sostuvo, al lado del anfitrión Jorge Capitanich, uno de los tantos gobernadores del peronismo que ya decidió desdoblar comicios para no soportar el lastre.
Las palabras de la vice hicieron que los medios internacionales lo consultaran casi exclusivamente por la interna. Fernández confirmó que iría por la reelección y tres días después se desdijo. Curiosamente, ahora los diferentes actores de poder que señaló en Resistencia la vicepresidenta desafían abiertamente el poder de La Cámpora. Massa, en el ministerio de Economía, hace equilibrio entre las críticas elípticas de la vicepresidenta y los elogios explícitos de Máximo Kirchner.
Antes de emprender su siguiente travesía internacional para asistir a la Cumbre de las Américas, en Los Angeles, Alberto Fernández y CFK compartieron por última vez un escenario juntos: fue el 3 de junio en Tecnópolis por el 100 aniversario de YPF. El pedido de la vicepresidenta para que Fernández se hiciera cargo y agarrara la lapicera no fue los más recordado de esos días. Horas después, el Presidente tuvo que despedir a su amigo, el ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas, que había sugerido en off y en on que los funcionarios de Energía que responden a la vice estaban haciendo un negociado con la compra de tubos para el gasoducto Néstor Kirchner.
La vice se indignó en Twitter y Fernández echó a uno de los blancos preferidos del cristinismo, al que nunca le perdonaron su libro “Los tres kirchnerismos”, crítico con la gestión económica de la ex presidenta. Luego, el mandatario partió a tomarse una foto con su par estadounidense Joseph Biden.
La siguiente escala del Presidente fue Munich, Alemania, para participar de la Cumbre del G-7 con los líderes más poderosos del mundo. La de CFK fue Avellaneda, al lado del flamante ex ministro Jorge Ferraresi. La vice entonces abrió fuego contra el Movimiento Evita, la organización social que servía como base de sustentación del mandatario. “Si los viera Evita, mamita”, ironizó. Fernández aquella vez no solo recibió el fuego amigo de la titular del Senado, también escuchó las quejas públicas de la renacida liga de los gobernadores (peronistas) que reclamaron a viva luz medidas contra la inflación.
El Presidente buscaba sostener por aquellos días a capa y espada al ministro de Economía Martín Guzmán, que tuvo que -contra su deseo y ante la indignación de otros integrantes del Gabinete-, decidió bajarse del avión a Alemania.
El 2 de julio, el ex ministro tuvo su venganza. Renunció, como quería la vice, mientras Cristina Kirchner advertía al Presidente sobre el resultado electoral del año que viene. “Espero que los que hoy tienen responsabilidades más altas que yo hagan ganar al peronismo en 2023”, dijo la vice que cuando terminó de exponer ignoraba la renuncia en Twitter del profesor de Columbia. La salida intempestiva de Guzmán forzó el diálogo quebrado entre los Fernández. La salida del nueva ministra Silvina Batakis y la designación de Sergio Massa, en su lugar, volvió a obligarlos a sentarse en la misma mesa.
El 8 de julio, CFK hizo su última presentación en El Calafate. Entonces aprovechó para pasarle la factura al ex ministro. “(La renuncia de Guzmán) fue un acto de ingratitud hacia el Presidente. Este Presidente había bancado a este ministro de Economía como nadie, ¿se merecía eso?”, se preguntó en su presentación más conciliadora con Fernández.
El ataque contra la vicepresidenta el 1 de septiembre, la última vez que la ex mandataria se mostró en público, volvió a sentarlos en la misma mesa. La conciliación no fue tal. Ni siquiera alcanzó que el Presidente empezara su discurso ante las Naciones Unidas con una condena al fallido atentado. La vicepresidenta nunca agradeció ese gesto ni en público ni en privado.
Antes del viaje relámpago del mandatario a Brasil, este lunes, para felicitar a Lula por su triunfo electoral, una diputada de La Cámpora logró que el presidente electo se pusiera una gorra con la inscripción CFK 2023. Los colaboradores del ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro, que también estaba en San Pablo, se encargaron de difundirla.
Ahora, ni los más estrechos colaboradores de la ex presidenta conocen el contenido de su discurso en Pilar. “Pero Cristina no decepciona y Máximo tampoco”, suele señalar un dirigente camporista antes de cada aparición de los jefes. El titular del PJ bonaerense hablará este sábado, cuatro días antes de que Fernández vuelva a subirse a un avión.