El economista ve probable el acuerdo con el FMI pero avisa que no es el paraíso. Los escenarios que trazó.
El último viernes volver a verse las caras borró al menos por unas pocas horas la preocupación de hacia dónde va la Argentina. Eso sucedió en el concurrido almuerzo que organizó la Cámara de Comercio Suizo Argentina, presidida por Ernesto Kohen del grupo Chronex, representante de la relojería suiza.
En el Palacio Duhau se congregaron los directivos de Novartis, Nestlé, Roche, ABB, Zurich, Adecco, la líder en perfumes Firmenich, Glencore, Sika, Schindler, entre tantas otras. La estrella del encuentro fue Ricardo Arriazu seguido por quienes toman decisiones económicas.
Ayudado por un power point, Arriazu dijo que en 2022 hay que pagar US$ 25.000 millones entre el FMI y otros acreedores. “¿Alguien cree que se puede pagar? Nadie y nadie lo paga en el mundo porque los vencimientos se renuevan. Pero como Argentina es estafadora serial nadie nos presta”.
Arriazu trazó dos escenarios posibles en función de si hay o no acuerdo con el FMI y le da poca probabilidad a que no se concrete, “porque se entra en default y los organismos internacionales no nos pueden prestar y en ese escenario sufren todos mucho, caen los bonos argentinos y es el camino económico de Venezuela. El camino político de Venezuela se evitó cuando se terminó la mayoría del senado. Pero el acuerdo con el FMI no garantiza que tendremos un paraíso. La facilidad ampliada, que es el acuerdo que se negocia, requiere reformas estructurales y eso es bajar el déficit, subir las tarifas”.
Arriazu ejemplificó lo que ocurre con el gas: “El privado recibe US$ 3,5, de Bolivia, se importa a US$ 14 en invierno y el consumidor paga 1 dólar. Si se trae el barco se pagan US$ 30. ¿Qué sentido tiene subsidiarme a mí el consumo? El ajuste en salarios y jubilaciones ya se hizo y van a ajustar tarifas como parte del acuerdo con el FMI. Con eso se ahorra 1,5% del PBI y se llega a la meta”.
Asi las cosas, señaló que “este año el rebote llega al 10%, pero en 2022 si se hacen las cosas bien crecemos 5% y si se hacen mal la caída será de 4%. Lamento arruinarles el almuerzo”, soltó al recordar que la base de la economía es la confianza, es decir que saber no me van a robar y por confianza puedo invertir”.
El economista se define como optimista y a eso atribuye “las gigantescas oportunidades de la Argentina. Pero es un país que piensa con los pies. Hay una división política fenomenal, no hace falta un mayor ajuste ya lo hizo el mercado. Además Argentina es acreedora del mundo con un sector privado que tiene US$ 450 mil millones afuera, que saca sus ahorros por miedo a la estafa. Si se deja de estafar, Argentina despega”.
Aquí sus principales conclusiones:
- “Argentina no tiene que bajar su nivel de vida, ya lo bajó. Tiene que aumentar el gasto pero debe ser el privado en inversión y no en consumo y el sector público debe bajar el gasto.
- “El país tiene una economía dolarizada, nuestra unidad de cuenta es el dólar y cuando se mueve se mueven todos los precios, pero el FMI sigue creyendo que el mejor sistema es la flotación del tipo de cambio. Sino tengo reservas y saco la brecha, sube el tipo de cambio y los argentinos compran más dólares y se dispara más el tipo de cambio.
- “Espero que hayan aprendido. Cada país tiene que tener el sistema cambiario que mejor le funciona. Hay que volver a los 70. Con devaluación discreta e intervenir masivamente en el mercado, además de aplicar la política fiscal y monetaria que lo haga consistente.
- “La pregunta es cómo generar confianza. En 41 años tuvimos 23 positivos y 18 negativos. No hay país en el mundo con esta relación y un crecimiento muy mediocre de 1,55%. La falta de confianza genera primero la salida del capital, después la venta de los activos y finalmente la partida física del país.
- “La mayor dificultad es la política con una oposición que ganó y ya está muy fragmentada. Las aspiraciones de los sectores suman tres veces el PBI y eso es la calesita de precios relativos y uno de los motivos de la inflación”.