Pasó una semana de la final del Mundial de Qatar 2022 La euforia por las jornadas de festejos desde el pasado domingo al martes, entre la agónica obtención de la tercera estrella y la caravana de la Selección argentina para celebrar con los millones de personas que coparon las calles, van quedando atrás. Y vuelven a un primer plano la crisis política, la grieta y la realidad económica.
Casi como algo habitual e inevitable, lo primero en volver a asomar fueron las tensiones dentro del Frente de Todos. En la previa a la llegada de los jugadores y el cuerpo técnico de la Selección, Alberto Fernández buscaba recibirlos en Casa Rosada. La Cámpora intentó impedirlo.
Finalmente, el Presidente no pudo tener la foto ni el saludo de Lionel Messi, Lionel Scaloni o cualquiera de los campeones. Alberto quedó debilitado, a pesar de que buscó quitarle trascendencia a la situación, al señalar que no se sintió ofendido y escudándose en el cansancio de los jugadores.
Pero el dolor y la vergüenza lo caló hondo: en un reportaje radial, sostuvo que los jugadores no lo visitaron porque estaban cansados y se atrevió a sostener que él ¨es el Presidente de las tres copas¨, la América, la Finalissima y la Mundial.
Evidentemente, el Presidente se atribuye la genialidad de Messi, la habilidad de Di Maria, Julian Alvarez y la desfachatez Dibu Martínez. En el mundo de Narnia Alberto vendría a ser el jugador oculto, injustamente no reconocido por la sociedad.
Nadie, en el Gobierno ni en la oposición, puede transformar el fervor popular en un voto. Pero Alberto fue el que quedó peor parado, cuando todavía falta un año de gestión. Quedó desnudo y se mostró incapaz de reconocer que un liderazgo invisible como el de Scaloni es mucho más potente para organizar un grupo humano que la costumbre frentetodista de llevarse todo por delante.
El domingo, el triunfo; el lunes, alegría; el martes, feriado y festejos mal organizados; el miércoles llegó la Corte Suprema con una mala noticia para Alberto Fernández, que estaba cantada desde hacía ocho meses: falló a favor de la Ciudad de Buenos Aires y anuló el recorte de la coparticipación que el Gobierno nacional decretó en septiembre de 2020.
El fallo de la Corte es inapelable y el Presidente deberá, a la larga o a la corta, cumplirlo. Pero el kirchnerismo nunca hace las cosas simples. Cristina Kirchner, por vía del gobernador Jorge Capitanich, reunió a 14 gobernadores; se juntaron con Alberto y emprendieron una cruzada santa(todista) contra los jueces supremos. La decisión del Gobierno es no cumplir el fallo y sostienen que es de cumplimiento imposible.
En rigor, no es cierto. Basta con modificar el Presupuesto nacional, para lo que alcanza un decreto, como los muchos que se dictan por año, que incorpore en la partida coparticipable de la Ciudad -que sale desde una cuenta del Banco Nación- una suma aproximada de 17.000 millones de pesos mensuales. No es mucho dinero para la Nación. Y, además, aún cuando lo fuera, las sentencias de la Corte siempre hay que cumplirlas y ejecutarlas. Se viene un embargo y otra pelea política.
Antes de seguir adelante, permítanme una comparación. La decisión que tomaron el Presidente y los 14 gobernadores impulsados por Cristina Krichner es parecida a la de un nene que está molesto porque el árbitro marcó un penal y entonces le pega al árbitro o se lleva la pelota.
La única utilidad que puede encontrar el Presidente en esa actitud de resistencia es la buscar aprovechar la situación para tratar de reposicionarse.
Pero esa decisión política no es gratuita: desde el viernes, la Argentina se acerca a pasos agigantados a Venezuela, donde la Justicia depende de los delirios de Nicolás Maduro.
Por otra parte, en el plano legislativo la realidad tampoco luce favorable. El año terminó con otra fallida sesión en el Congreso: ni en Diputados ni el Senado se pudo sesionar por la intransigencia del FdT para garantizar a la oposición un temario amplio. El temor opositor es que el peronismo utilice el recinto para denunciar la existencia de una persecución político judicial contra Cristina Kirchner.
El Poder Judicial, en cambio, luce fortalecido: un tribunal federal condenó a Cristina Kirchner y la Corte, en pocas semanas, confirmó varios fallos adversos al Gobierno. Eso se llama equilibrio de poderes, pero el Gobierno lo vive como decisiones del enemigo. En el mundo de Alberto Fernández y de la Vice, es decir, en la Narnia de cualquier líder populista del mundo, no hay cabida para la Justicia independiente: es el líder el que encarna al pueblo y su única voz.
Elecciones 2023: el FDT, sin Cristina ni candidatos a la vista
El domingo próximo comienza un nuevo año electoral y el Frente de Todos comenzará a sentir una de las máximas falencias de la construcción política del kirchnerismo: la falta de candidatos y la debilidad que podría significar la ausencia de Cristina Kirchner en una boleta en 2023. Es habitual en los populismos que el líder, que absorbe todo el poder, no tiene reemplazo y necesita hacer alquimias para encontrar uno.
La Vice dice haberse bajado de la carrera, pero el martes reaparece en un acto en Avellaneda que será incendiario contra la Justicia. Pero, por ahora, con su decisión de no ser candidata el próximo año, el peronismo empieza a mirar otros horizontes. Por las dudas, hay que estar preparados.
Sergio Massa surge como el más probable, aunque él no acepte ponerse ese traje. La clave será la gestión económica. Cuanto mejor, más posibilidades habrá y viceversa.
Por ahora, pilotea la economía con buenos resultados parciales y el FMI le da una mano para que la situación no se desquicie. Mejor Massa conocido que Kicillof por venir. Aunque, tal vez, la Vicepresidenta, si la situación se enturbia, ponga todas las fichas en el gobernador bonaerense para jugar el premio nacional.
Otro candidato probable es Eduardo “Wado” de Pedro, que no tuvo una buena semana cuando las cámaras de televisión mostraron que el titular de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio ‘Chiqui’ Tapia, lo saludaba al pie del avión, pero Messi lo pasaba de largo, tal vez porque no supiera siquiera quien es Wado. Pero el ministro de Interior es la cara racional y prolija de Cristina y a ella le agrada.
Entre los kirchneristas, Capitanich puede soñar con ser candidato, pero sabe que genera fuertes resistencias en los sectores medios de la sociedad.
En esa carrera de peronistas, aún muy incipiente y en los primeros metros, aparece Juan Manzur, con su proyecto Juan 23, que involucra a varios gobernadores del norte argentino e intendentes del conurbano. Manzur acaba de emprender una gira por Israel, para participar de la celebración del Jánuca en el Muro de los Lamentos.
El dato político es que lo invitó David Lau, el Gran Rabino de Israel, un religioso cuyo sector ortodoxo es socio de la coalición de gobierno de Benjamin Netanyahu y que también es muy influyente en los Estados Unidos. En unas semanas, fin de enero o en febrero, Manzur dejará de ser jefe de Gabinete y en marzo jugará una carta secreta: tiene en Jill Biden y en varios senadores y diputados demócratas una carta de acceso directo a Joe Biden. La va a jugar con fuerza.
Economía: entre la positividad de la macro y el “alerta” en los sectores vulnerables
Desde hace varios meses, Argentina transita una insólita situación en la que los números de la macroeconomía comienzan a ser positivos, pero eso no se traduce a casi la mitad de la población que no llega a fin de mes, tiene un trabajo precario, es pobre o vive en la indigencia.
Uno de los datos más alentadores para la administración de Massa pasó por el descenso en la aceleración de la inflación en noviembre luego de picos estratosféricos. La inflación es una nave espacial ingresando a la atmósfera. Si no se la conduce con pericia, estalla en mil pedazos con todos adentro.
El proceso es lento, pero se recuestan también en otros datos como la demora en las ventas de Navidad (por efecto del Mundial), el salto de las cotizaciones de los bonos y acciones -que estaban baratos-, el riesgo país a 2080 puntos (el nivel más bajo desde junio) y descenso del desempleo en la comparación interanual, a pesar de que un tercio de los puestos que se crearon son de baja calidad (en negro) y la economía se está desacelerando lentamente.
Fue muy importante esta semana la reunión del Directorio del FMI, que aprobó las metas del tercer trimestre y le envió a la Argentina 6000 millones de dólares, que llegan para engrosar las reservas del BCRA y que son esenciales para pagar una suma similar de vencimientos que se irán produciendo hasta marzo con distintos organismos.
Alberto nunca obtuvo la reducción de tasas que le pidió al Fondo, pero un comunicado del organismo sí fue elogioso con la política económica de Massa, aunque también alerta con las fragilidades de las finanzas y los muchos riesgos del año electoral y sus tensiones políticas y sociales.
A su vez, en la semana el blue subió casi 20 pesos y cerró a $340, un nuevo récord nominal histórico. Era previsible: las causas de la suba son el exceso de pesos producidos por el dólar soja y el retraso en la cotización del blue, que no acompañó la suba de precios. De todos modos, en términos relativos, las cotizaciones se mantienen calmas. El riesgo de una devaluación se alejó unos metros y Massa insiste en que la salida no va por ese camino.
Pero Argentina no vive solo de la macro, el dato que publicó el Indec sobre la canasta básica, volvió a encender alarmas. Una familia necesita ganar actualmente $146.000 para no ser pobre. El número tomó más trascendencia al conocerse que a pesar de que la canasta básica creció 4,4%, menos que la inflación de 4,9 por ciento de noviembre, si se mide de forma anualizada se ubica por encima del índice de inflación (101%), que acumula 92,4%.
La realidad también indica que el año terminará con un nivel de pobreza de 43 por ciento. La gestión de Alberto se transformó en una fábrica de pobreza. Mal arranque para el peronismo en un año electoral.
De otro lado de la grieta está Juntos por el Cambio, que oscila entre Mauricio Macri; Horacio Riodríguez Larreta, un moderado que salió fortalecido del conflicto institucional que Allberto desató con la Corte; Patricia Bullrich y los radicales Gerardo Morales y Facundo Manes, que no se pusieron de acuerdo en anticipar la una interna abierta de la UCR para marzo.
La Argentina ganó el Mundial de fútbol, pero por ahora pierde por goleada el de gestionar el gobierno.